Complemento circunstancial
La normalización de la pobreza
Hemos asumido que «llegar a lo justo» forma parte de la vida cotidiana
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Iniciar sesiónSeis de cada diez familias andaluzas confiesan tener dificultades para llegar a fin de mes. No es una cifra lanzada como reclamo, ni como amenaza: es el reflejo de la precariedad que golpea a nuestra tierra, donde la recuperación económica postpandemia parece más un trampantojo ... que una realidad. Andalucía sigue atrapada en un círculo de salarios bajos, empleos temporales, política de subsidios y desigualdad histórica que afecta a millones de hogares. No lo digo yo, claro, lo dice el informe 'El estado de la pobreza', elaborado por la European Anti-Poverty Network y editado por el Ministerio de Derechos Sociales, que coloca a nuestra comunidad autónoma en una posición muy delicada con respecto a otros territorios nacionales.
La situación que describe no se basa sólo en la falta de ahorro o en el índice de consumo. El dato más preocupante señala que más del diez por ciento de la población no puede permitirse consumir carne, pollo o pescado —o sus equivalentes vegetarianos— al menos cada dos días. En 2021 eran un 6,8 %. Este aumento no es solo un número: son niños y mayores que recortan en alimentación básica, familias que priorizan facturas frente a nutrición, hogares que viven al borde del abismo. Víctor Hugo lo resumía con dureza en Los Miserables: «La miseria tiene muchas formas, pero todas destruyen la dignidad humana». Y todas normalizan la pobreza.
La precariedad tiene nombre y apellidos: temporalidad endémica en el sector servicios y agrícola, dependencia excesiva del turismo y falta de industria local. A esto se suma una brecha educativa y tecnológica que empuja a generaciones jóvenes a emigrar en busca de oportunidades. Andalucía pierde talento mientras mantiene salarios bajos y empleos inestables.
Lo más grave es la normalización de esta situación. Hemos asumido que «llegar a lo justo» forma parte de la vida cotidiana. Pero no hay que perder de vista lo que decía García Márquez: «La pobreza no es sólo falta de dinero, es la ausencia de opciones». Cuando la precariedad se vuelve invisible, deja de escandalizarnos y perpetúa un ciclo de desigualdad que afecta a toda la sociedad. Cuando la única opción es no llegar a fin de mes.
No se trata únicamente de responsabilidad individual. Se necesitan políticas activas que combinen empleo de calidad, redistribución de recursos y medidas efectivas frente a la carestía de la vida. La inversión pública debe dirigirse a fortalecer la educación, generar oportunidades laborales, porque Andalucía no puede resignarse a ser siempre la comunidad de los sueldos bajos y las oportunidades escasas.
La dignidad de un pueblo se mide por la calidad de vida de sus familias. Mientras seis de cada diez hogares andaluces vivan al límite y más del diez por ciento tenga que elegir entre el pollo o la factura de la luz, nuestra autonomía seguirá incompleta. Porque la verdadera autonomía no es solo política: es la capacidad de cada persona de vivir con dignidad, con comida suficiente en la mesa y sin temor al mañana.
Andalucía necesita soluciones reales. No es cuestión de estadísticas, sino de lo que pasa de puertas para dentro, de las estrecheces que se sufren en silencio, como las hemorroides.
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