COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Una huelga general
No tuvo empacho en traicionar a los que tanto debía y en crear aquello que dio en llamar Sumar
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Iniciar sesiónA la eternamente Yolanda empiezan a ponérsele las cosas feas. Una nueva aventura planea sobre su deseada cabeza, ¿volverá la ministra a salir ilesa de esta? ¿le recordará alguien que desde que subió el SMI hay más parados en España? ¿será capaz de mantenerse a ... flote otra vez? La ministra no gana para sustos, pero ella prefiere coleccionarlos porque sabe —y lo sabe muy bien— que la alternativa al susto, en política, es la muerte. Cuatro vidas, le costó dejar su tierra gallega para asaltar los cielos, pero como el hambre da las cornadas más fuertes, no tuvo empacho en traicionar a los que tanto debía y en crear aquello que dio en llamar Sumar para que fuese restando votos y credibilidad desde el primer momento. Irene Montero —su amigue de entonces— parecía tenerlo claro: Yolanda Díaz «es el error político más grande que hemos cometido» —la capacidad de autocrítica ya sabe usted que no está en la hoja de ruta de esta hornada de políticos, políticas y politiques— y, como es un error, vamos a por ella.
El pasado fin de semana, Irene Montero arengaba a su público en la V Asamblea de Podemos en que resultaba elegida como candidata a las elecciones generales junto la amigue Belarre que sigue empeñada en culminar su viaje al pasado para reencontrarse con sus admiradas Montseny, Kent o Campoamor, porque ya sabe usted que a Ione le encantaría vivir en 1931, algo que comparte con la compañere Montero que está muy preocupada porque «los hermanos de amigos de mis hijos —ahí se hizo la pobre un lío de familia— no han visto una huelga general en su vida». Teniendo en cuenta que sus hijos tienen menos de ocho años, tampoco lo veo tan dramático, por mucho que afirme que es «democráticamente preocupante». Es más, tampoco veo yo el empeño que tiene en que haya una huelga general, sobre todo porque —y yo también tengo memoria, como ella— no sirven para mucho.
Irene Montero nació el mismo año de la primera gran huelga general de la democracia. Diez meses tenía cuando el país se echó a la calle contra la reforma laboral de Felipe González. Lo mismo le ha quedado un trauma de aquello. Yo acababa de cumplir la mayoría de edad y, tal vez por eso, la recuerdo. Mis hijos no recuerdan ninguna, quizá no sea tan preocupante como piensa la líder de Podemos. Lo que sí es preocupante, y mucho, es el estado prebélico —todo el día luchando contra los fascistas debe ser muy cansado— y las ganas de bronca en la que se ha instalado la izquierda en este país. Tantas ganas de bronca, que andan siempre peleándose entre ellos. Dice la exministra de Igualdad que ella no reparte los carnés de izquierda —yo pensaba que los repartían ella y su pareja— pero que sí tiene memoria. Nosotros también, sabemos cómo suelen terminar estas historias. La única duda que tengo es que hará Yolanda, la eternamente Yolanda, para pasar a la siguiente pantalla del juego sin haber perdido más vidas.
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