Complemento circunstancial
El Día del Libro
«Somos animales lectores», necesitamos entender el mundo a través de las palabras
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Iniciar sesiónAhora que cualquiera es capaz de escribir un libro, hasta el ChatGPt, si se lo pedimos, me viene a la cabeza aquella cita de Cicerón que parece escrita ayer: «Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo el ... mundo escribe libros». Sin embargo, como, desgraciadamente, la sobreproducción editorial no va en paralelo a los marcadores de lectura, siguen siendo necesarios días como el de hoy, señalado en el calendario más por el continente –hoy todos los políticos saldrán a regalar libros y a recomendar libros que no han leído– que por el contenido. Por eso, nunca está de más recordar el origen de esta fiesta y celebrar que el libro, a pesar de todo, sigue siendo un corredor de fondo que ha superado todas las pruebas del tiempo, como dice Irene Vallejo.
Porque, aunque parezca extraño, fuimos los españoles los que inventamos esto del Día del Libro. Y digo lo de extraño, porque si revisa usted la nómina de «inventos» que han salido de nuestros cerebros patrios, encontrará cosas como el futbolín o la navaja; y otras que nos hubiesen cubierto de gloria, si no fuera porque nuestro natural derrotista nos lo prohíbe, como el submarino o el autogiro. Por eso, resulta felizmente curioso, que la celebración de un día como el de hoy, tenga su origen entre nosotros. En plena dictadura de Primo de Rivera, a Vicente Clavel se le ocurrió dedicar un día a la «la fiesta del libro», para promocionar tanto la lectura como la producción editorial del país. Tres años más, tarde, en 1926, Alfonso XIII firmaba el Real Decreto del Día del Libro, que incluía la celebración, así como la instalación y ampliación de bibliotecas en toda España, y lo más importante, potenciaba de manera explícita, el fomento de la lectura en toda la población.
De este modo, el 7 de octubre, supuesta fecha de bautismo de Cervantes –aún teníamos esa cosa de celebrar el nacimiento más que la mortaja– se celebró el primer Día del Libro, y se consolidaría en años posteriores, haciéndolo coincidir con la Exposición Internacional de Barcelona y con la Iberoamericana de Sevilla. Sería en 1930 cuando, por la casualidad –o no tan casualidad– de la coincidencia con la muerte de Shakespeare y del Inca Garcilaso de la Vega, se trasladaría la celebración al día 23 de abril, hasta que en 1995 la UNESCO aprobó proclamar el 23 de abril como «Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor», en consideración al carácter de «entendimiento, tolerancia y diálogo» que inspiran los libros, por el «enriquecimiento cultural de cuantos tengan acceso al él».
Por eso, en tiempos en los que el entendimiento, la tolerancia y el diálogo están de capa caída; en tiempos en los que el miedo, la mentira y la corrupción se han hecho fuertes, es cuando más hay que celebrar días como el de hoy. Porque como dice Alberto Manguel «somos animales lectores», necesitamos entender el mundo a través de las palabras, y necesitamos esa palabra escrita que nos convierte en seres racionales, con criterio para oponernos a la injusticia, a la miseria y al abuso de quienes nos gobiernan. El poder del lector siempre ha suscitado toda clase de temores políticos. Una sociedad que no lee está condenada a su extinción, así que ya sabe cuál es la mejor manera de evitarlo.
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