COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL

A la altura

Tiene que ser duro, lo entiendo, y un poco estresante, formar parte de un Gobierno en el que una ni cree ni siente

Tiene que ser muy duro ser ministra de un Gobierno de cuyo presidente piensas, y dices, que no está a la altura. Levantarte cada mañana sabiendo que tienes que representar a un Gobierno que desprecias, en un país al que también desprecias y con unas ... instituciones a las que no solo odias, sino con las que estás manifiestamente en contra. «El republicanismo es hoy», escribiste el mismo día en que la heredera de la Corona juraba la Constitución y tú te quedabas, tan tranquila, en casa, como una adolescente fingidamente rebelde, con tu amiga Irene que también escribió un mensaje en sus redes sociales —«la ciudadanía debe elegir todas las instituciones que nos representan»— para dejar claro que no asistiría a sus obligaciones como representante del Gobierno, en nombre, según ella, de una democracia, de la que os acordáis cuando os parece y, sobre todo, cuando os conviene. Una democracia que votaron vuestros padres, quizá, porque vosotras habéis tenido la inmensa suerte de nacer en un país libre y de no conocer otro sistema de Gobierno más que el que ahora tenemos; igual que vuestros padres votarían esa Constitución que tanto coraje os da a las dos, pero gracias a la que tenéis —las dos—, entre otras cosas, un sueldo con el que pagar la luz y el agua cada fin de mes y un micrófono abierto cada vez que os da por decir alguna tontería.

No sé si tienes idea de quién es Felipe González —lo mismo a tu amiga le suena— ni si te han contado alguna vez que fue presidente del Gobierno, como Pedro Sánchez, pero si preguntas a tus padres, lo mismo te dicen que pudieron ir a la Universidad gracias a su política de becas, por ponerte algún ejemplo que puedas entender. También te dirían que, sin ser uno de los padres de la Constitución, Felipe González la cuidó como un buen hijo y que, por eso, está legitimado para decir que ninguno de los que no estuvisteis en el Congreso de los Diputados, en un acto institucional y legitimado por la Carta Magna, habría votado a favor de la Constitución.

Tiene que ser duro, lo entiendo, y un poco estresante, formar parte de un Gobierno en el que una ni cree, ni siente, ni al que defiende. Porque si creyeras, sintieras y defendieras tus ideas hace mucho que te habrías ido del Ejecutivo, o al menos habrías puesto sobre la mesa tu dimisión y le habrías dicho a tu amiga que hiciera lo mismo. Se llama coherencia, se llama responsabilidad. Claro que a ti esas cosas de la responsabilidad, la lealtad y el compromiso te suenan a cosas viejunas, de otros tiempos. De los tiempos en los que tus padres, y tus abuelos aprendieron que la única manera de que este país avanzara era arrimando el hombro, y estando a la altura. A la altura de las instituciones, del Gobierno, del Estado, del diálogo, de la unidad y del progreso. Pero lo mismo nunca te lo contaron.

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