Complemento circunstancial
Algo habremos hecho
Una manera como otra cualquiera de distraernos para que miremos el dedo y no la Luna
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Iniciar sesiónYa lo decía Cicerón, estos son malos tiempos y todo el mundo escribe libros; también los políticos, y no solo de política. Lo hizo Pedro Sánchez con su 'Manual de supervivencia' y luego con 'Tierra firme' —el título es demasiado evocador como para no citarlo—, ... lo hicieron Aznar, Zapatero, Pablo Iglesias y lo ha hecho Irene Montero, publicando un libro sobre sus aventuras que vio la luz a finales del pasado año y que ha vuelto a presentar hace unos días montando un circo que coincidía en fechas con la apertura de Francolandia. Si una no tuviera la edad y la memoria que tiene, pensaría que hemos hecho un viaje en el tiempo y que nos hemos perdido en la España de hace ochenta años.
La estrategia de Montero para vender libros le habrá servido para encabezar titulares incendiarios, pero, seguramente, no incluirá su nombre en la lista de los más vendidos, ni mucho menos de los más leídos, porque el continente —el envoltorio— se ha tragado a un contenido que ya nacía caducado. Que si Yolanda Díaz es mala, que si el gobierno es malo, que si María Jesús Montero es mala, que si todo el mundo es fascista… ya sabe usted cómo se las gasta la exministra de Igualdad y cómo sabe victimizarse e infantilizarse. No hace falta leerse las trescientas páginas del libro. 'Algo habremos hecho' se llama la opera prima de Irene Montero. Imagino que el título será un recurso más de marketing editorial y no un panegírico a su gestión —¿gestión?— política, porque, efectivamente, algo hicieron, y no precisamente bueno. Pero eso es lo de menos.
Pablo iglesias quiso convertir la presentación del libro de Montero en la Taberna Garibaldi —todo queda en casa— en un festival podemita, convocando por redes sociales a centenares de personas que se congregaron allí para gritar consignas como «Irene, hermana, aquí está tu manada» o el célebre «no pasarán», ante el regocijo —con el bar lleno, cualquiera se regocija— del que fuera vicepresidente del Gobierno de España: «emociona ver a antifascistas de todas las edades», algo que también emocionaba a la autora, que destacaba «el esfuerzo antifascista del barrio de Lavapiés». Definitivamente, no es la máquina del fango —que tanto cacareaban–, es la máquina del tiempo.
Una manera como otra cualquiera de distraernos para que miremos el dedo y no la Luna, o en Marte, que es donde parece que vive el hermano de Pedro Sánchez que lleva desde 2017 ocupando el puesto de jefe de la Oficina de Artes Escénicas de la Diputación de Badajoz, pero no sabe ni dónde trabaja, ni con quién, ni qué hace, ni que son las Artes Escénicas, y que, además, dice que vive en Portugal, que no sabe qué le preguntaron para conseguir el puesto de trabajo pero que trabaja «todos los días» porque le encanta su trabajo —qué detalle— y que «si la semana tiene siete días, trabajo siete» —que no se entere Yolanda Díaz—. Nosotros criticándolo y él dando ejemplo, que para eso es el hermano del presidente. Poco nos pasa para lo que tenemos encima.
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