Agua de borrajas

Y aunque ya sé que no hay que soltar las campanas al vuelo, ni dormirse en los laureles, porque la situación de nuestros pantanos y de las reservas acuíferas sigue siendo altamente preocupante, estas lluvias de octubre van a ser recibidas como agua de mayo, que diría el refranero. Por fin el reloj biológico del planeta se ha dado cuenta de que estaba retrasado y ha decidido sincronizarse con lo que se espera de octubre: cambio de armarios, rebequita y chubasquero; ya sabe lo que se dice «en octubre, agua del diez al veinte, para todo es conveniente». Así que, con unos días de retraso –no se lo tendremos en cuenta- la lluvia nos acompañará toda la semana, empapará los campos y refrescará el ambiente en las ciudades quitando miasmas y aplacando la ira de las alergias.

Ya está aquí el otoño, por fin, después de la actuación final del verano que ha batido todos los récords y que ha durado dieciséis días continuados de un calor inédito, incluso en Andalucía, la región más castigada y la que más ha sufrido los efectos devastadores del calor en todas sus variantes, en la agricultura y la ganadería, pero también en el turismo y los servicios, algo que no ha pasado desapercibido para Europa, que ha puesto su inmisericordiosos ojos en nuestra tierra para advertir de las consecuencias que puede llegar a tener una mala política hidráulica.

Y mientras el Parlamento andaluz aprobaba esta semana una proposición no de ley en las que se reclama a Europa el reconocimiento de la singularidad andaluza por su déficit hídrico y la necesidad de obtener recursos para adaptarse a la nueva realidad climática, han llegado las lluvias más esperadas. Dicen los que saben del tiempo –aunque todos llevamos un meteorólogo dentro- que este frente frío que ya nos visita «abrirá las puertas del Atlántico», que aunque suena a Moisés abriendo las aguas del Mar Rojo, no quiere decir más que llegarán «sucesivas y generosas» lluvias acompañadas de fresquito oceánico, y volverán los oscuros estorninos y los charcos, y las oscuridad de la tarde –aumentada y mejorada por el cambio de hora- y miraremos al cielo conjurando al refranero, que dice «el agua de octubre, siete lunas cubre».

Así que cruzaremos los dedos para que esto no quede en agua de borrajas y que siga lloviendo, que falta nos hace.