Tribuna Abierta
Feliz cumpleaños, Alberto
Hoy, ayer y mañana yo no perdono, porque ni quiero, ni puedo, ni debo olvidar, y sin olvido no hay perdón
Mi querido Alberto, hoy habrías cumplido años y lo habríamos celebrado por estas tierras de Cádiz, en tu querida Chipiona donde te llevaron al poco de nacer y donde pasábamos nuestros veranos eternos de pies descalzos, montes de arena blanca y espuma de felicidad de ... ese océano que se recogía desde el Santuario al Faro. Allí nos bañamos, jugamos, nos enamoramos y crecimos con esos vientos de levante y de poniente, que a muchos incomodan pero no a quienes nos criamos descubriendo cada mañana si el aire venía de la tierra o del mar.
O quizás, hubieras soplado las velas de la tarta, en en el Puerto de Santa María, donde también te trajo la vida para que disfrutaras de la Bahía, que es un regalo para los sentidos y que tu, que amabas vivir, tan bien supiste aprovechar.
Pero tampoco este año vamos a celebrar tu cumpleaños en ningún sitio, porque así lo decidieron, los malnacidos de la organización terrorista ETA hace ya casi veinticinco años, quienes sin piedad alguna dispusieron que ese brillante teniente alcalde de Sevilla, ese muchacho muy alto, de ojos verdes y sonrisa amplia ni iba a soplar más velas en su cumpleaños, ni tampoco iba a ayudar a sus niños chicos a apagarlas en los suyos. No solo te robaron festejar los años cumplidos, Alberto, sino que nos quitaron a todos los que te queríamos, la alegría de verte cumplirlos. ¡Maldito sean, quienes jugaron con tu vida y la de Ascen, tu mujer, decidiendo que no recibieras más regalos ese día, que no juntaras a tu familia y amigos y que no escucharas más ese cumpleaños feliz! ¡Cuantos momentos felices arrancados de nuestros corazones! Y por favor, dejen de preguntarme si perdono. Hoy, cuando lo que más querría del mundo es abrazarte y decirte ¡Felicidades Alberto! Hoy, cuando el recuerdo se cuela por las rendijas de mi alma resquebrajada por tu ausencia, hoy, ayer y mañana, yo no perdono, porque ni quiero, ni puedo ni debo olvidar y sin olvido no hay perdón. O al menos sin olvido adormecido y mis recuerdos están intactos para bien o para mal. Eso sin contar con que ninguno de los tres terroristas que acabaron con la vida de Alberto y de Ascen, ni quienes ordenaron matarlos, nos ha pedido perdón y ni intención que tienen. ¿Como van a querer ser perdonados quienes están orgullosos de haber asesinado a cientos de inocentes? ¿Acaso condenan los asesinatos de ETA, sus herederos que van con la cabeza alta por el Congreso mientras sus víctimas las agachamos para no tener que verlos? Sí, mi querido Alberto, te parecerá mentira lo que te estoy contando, tu que viviste la España de las manos blancas cuando asesinaron a Miguel Ángel, esas manos libres y hartas de tanto dolor, que pocos meses después se alzarían por ti y por Ascen. Tu que viviste la unidad del pacto antiterrorista contra ETA, no creerías lo que está ocurriendo en España en estos tiempos que te avergonzarían tanto como a mí y a millones de españoles, que asisten impotentes e indignados a los acuerdos con quienes no condenan el terrorismo de ETA. Lo sé, que te resulta inconcebible, pero la ambición de poder ha rebasado todos los límites en nuestra patria y hoy la palabra de quienes señalaban a quienes ETA tenía que asesinar vale más que la de aquellos que defendían con sus vidas la libertad, la unidad y la democracia en España. Llegando a soportar el hecho de que quienes no condenan los homenajes a los terroristas y las humillaciones a las víctimas de ETA tienen mando en plaza para decidir que es lo que hay que recordar y que es lo que hay que olvidar. Sí, Alberto, la memoria, la dignidad y la justicia a la carta de filoetarras y de políticos sin escrúpulos que nada tienen que ver con aquellos compañeros tuyos de todos los partidos que te lloraban de corazón. Ahora, recordar décadas de terrorismo de ETA no toca y por ello se borra de los libros de los estudiantes, no se vayan a ofender los independentistas de toda ralea y no alcancen los votos para seguir este camino de indignidad política en el que las víctimas del terrorismo se han convertido en un incómodo obstáculo para volver a escribir la historia de España a gusto de quienes protagonizaron sus años más trágicos.
Así es mi querido hermano, me habría gustado regalarte mejores noticias en este día en el que tendríamos que haber celebrado tu cumpleaños, aquí abajo, al lado del Atlántico, en la gloria de las playas de tu niñez y juventud, rodeado de tus seres queridos y soplando esa tarta llena de velas y pidiendo un deseo. Para alégrate, alguna buena nueva te voy a dar. Los malos no pudieron acabar con nosotros, tus hijos son felices o al menos eso creo yo y sois tu y Ascen unos jóvenes abuelos de cuatro ángeles del cielo, hijos de tu niña mayor, tu madre vive y está bien y somos muchísimos los que seguimos defendiendo los valores que ustedes defendíais y por los que vale la pena vivir y no me atrevo a poner morir porque te echo mucho de menos.
Permíteme Alberto que pida un deseo en este día de tu cumpleaños, que en España ningún gobierno tenga que ser jamás rehén de quienes no condenan tu asesinato, ni el de Ascen ni el de tantísimos inocentes, pido que tantas vidas rotas no hayan sido en vano y que los jóvenes sepan distinguir el bien del mal y nunca olviden que por la libertad, la unidad de España y la igualdad de todos los españoles pagamos un altísimo precio y no vamos a regalar tan valiosa herencia para salvar a quien no ha sido capaz de defenderla. Feliz cumpleaños, mi querido Alberto.
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