El último mensaje del Papa
Que si Bergolio era de derecha o de izquierda es un planteamiento reduccionista propio de una sociedad cada vez más sorda
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Iniciar sesiónEl semanario italiano Oggi ha hecho público el último mensaje que grabó el Papa a un grupo de chavales que participaban en un taller. Unas cuantas palabras que no suponen en sí ninguna novedad con respecto al legado que fue construyendo Francisco desde aquella génesis ... en su ministerio que supuso la fumata blanca. El último líder de la iglesia católica les vino a decir a los chicos que se esfuercen en escuchar; que aprendan a dejar hablar al otro, a entenderlo y si luego les apetece, que digan algo, pero priorizando en la escucha. Aquel mensaje tiene un destino universal porque la sordera social no es un problema exclusivo de los jóvenes, que al final sólo están reproduciendo conductas que ven en su entorno. Póngase cualquier día una sesión parlamentaria, donde mejor queda de manifiesto la incapacidad de unos y otros a la hora de escuchar al que tienen enfrente. Los debates políticos, salvo honrosas excepciones, son sucesiones de monólogos con el único objetivo de levantar el aplauso de los propios.
Piense en el trabajo, en la pareja, en la familia y comprobará que nos hace falta más diálogo y menos discursos porque la escucha atrofiada es peligrosa y favorece la intransigencia, la intolerancia y la ignorancia. O lo que es lo mismo ser un mal jefe, una madre despótica, un payaso influencer.
Francisco fue un papa que hablaba a pie de tierra, sin los requiebros de púlpito que se quedan entre las cuatro paredes del templo. Su legado llegó a todo aquel que quiso escucharlo, sin distinciones ni condicionantes. Por eso acabó conquistando y en sus horas postreras era sonrojante ver cómo a derecha o izquierda trataban de acercar la memoria del difunto a su espectro ideológico. Que si el papa era de derecha o de izquierda es un planteamiento reduccionista propio de una sociedad cada vez más sorda. Lo realmente trascendental de la era Bergolio es que logró ensanchar las afinidades hacia la iglesia en tiempos difíciles de escándalos. Y lo hizo aplicando la regla más básica del buen cristiano: el amor al prójimo, sea blanco, negro, gay o ateo recalcitrante. Y no sólo de palabra sino con la acción que es cómo realmente se perpetúan las obras.
El próximo Concilio se enfrenta a la decisión de mantener ese legado o de acantonarse en la tradición como garante de supervivencia de la institución. Es cierto que Francisco no llenó de fieles las parroquias, pero la salvaguardó y la volvió más humana a los ojos de tantos descreídos. Ese camino iniciado no debería detenerse como tampoco debería caer en saco roto ese último mensaje del papa. El sucesor debe ser un doctor en la escucha activa como principio fundamental para que la Iglesia avance.
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