desde la cornisa

Huelva

Uno no entiende bien la identidad y el sentido de un territorio hasta que no lo vive y lo sufre en primera persona

HaCE justamente un año, la vida me llevó hasta el rincón más occidental de España. Esa esquina privilegiada por sus condiciones naturales pero maltratada durante décadas por el olvido sistemático de las administraciones. Estar en la periferia de la periferia no ayuda en absoluto a ... que te tengan en cuenta y de eso saben mucho en Huelva.

Uno no entiende bien la identidad y el sentido de un territorio hasta que no lo vive y lo sufre en primera persona. Y no ha sido hasta que recalé en esta tierra cuando empecé a comprender ese obligado conformismo de quien está curtido en mil mentiras y ya espera poco del gobernante. Hablo de ese sabio escepticismo onubense alimentado durante décadas por el agravio permanente con respecto a otros territorios. No es envidia, como mucha mirada centralista intenta justificar, es la consecuencia natural de una permanente comparación en la que siempre sale perdiendo Huelva. Pongamos varios ejemplos sangrantes: tener una capital sin un hospital materno-infantil como lo tienen el resto de urbes andaluzas o padecer un déficit en infraestructuras que le aleja de muchas posibilidades de futuro que son, en cambio, realidades asentadas en otras provincias. No hablamos ni tan siquiera del ahora poco fiable AVE, que también, sino de un simple servicio decente de trenes de cercanías y media distancia que vertebre una provincia marcada por la dispersión geográfica y unas comarcas más próximas -en lo sentimental y territorial- a Portugal o la misma Sevilla. Tan poco debe importar en Madrid lo que ocurre en Huelva que hasta para hacer un apaño en la línea ferroviaria, no se les ocurre hacerlo en otra fecha que en pleno Puente del Pilar. No sea que le dé a la gente por hacer turismo.

De manera discreta, porque hay muchos millones en juego, ya se ha deslizado a la opinión pública una seria advertencia. La gran esperanza de desarrollo para esta tierra, que puede suponer toda una revolución social y económica, similar a la que sobrevino con la llegada de las primeras plantas industriales al polo hace más de medio siglo, lleva el nombre del hidrógeno verde. En Huelva ya llevan demasiado tiempo escuchando los parabienes de ser un gran centro productor. Pero lo cierto es que aún no se ha levantado un ladrillo que confirme ni siquiera los anuncios. Además, las empresas implicadas en ese proyecto de nombre tan evocador como el Valle Andaluz tiene ante sí un importante inconveniente y es que la actual infraestructura eléctrica de Huelva no soporta un proyecto de tal envergadura. El Gobierno, a través de su subdelegada en la zona, salía al paso asegurando que ya estaban en ello y que está garantizada la inversión. Una cantinela tantas veces escuchada, que sólo puede producir un inmenso escepticismo made in Huelva.

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