desde la cornisa

El chantaje de Ryanair

Este imperio de lo cutre y barato amenaza a una potencia mundial del turismo con irse

No hace tantos años que subirse a un avión era un artículo casi de lujo. Una no es tan vieja para mirar hacia atrás; pero antaño –se lo juro a los más jóvenes– viajar en la clase turística no era sinónimo de hacinamiento. Si volabas ... a la hora de comer o cenar, el menú iba incluido en el precio del billete que, insisto, no era nada barato. Pero es que sólo los muy pudientes hacían escapadas de fin de semana a Roma o París como quien iba a Los Caños.

Volvamos al pasado. Los pasajeros acudían a los mostradores de facturación sin lanzar plegarias al viento para que no te pesara en exceso la maleta y te hicieran pagar. Nadie había hecho en su casa el equipaje con la báscula y la regla de medir al lado; no se temía a la fila de embarque como quien tiene que enfrentarse al examen práctico de conducir. No recuerdo tampoco ese mercadillo aéreo que ha establecido cierta aerolínea irlandesa para tratar de venderte de todo, desde lotería hasta colonias durante el trayecto, sin descanso para el pasajero que intenta dar una cabezada entre cuña y cuña publicitaria. No se usted, pero a mi siempre me ha dado cierto canguelo que me intenten colocar cupones de descuento a 9.000 pies de altura cuando deberíamos estar a otra cosa.

La última vez que volé con Ryanair lo hice a la capital de su tierra patria. En el aeropuerto de Sevilla, unas poquísimas azafatas se encargaban de la facturación y el registro de pasajeros. Demasiado trabajo para tan pocas manos; con lo cual, el mosqueo acabó por estallar entre algunos y lo pagaron los de siempre, los que están cara al público.

Sin embargo, en Dublín, no había personal en tierra que atendiera al pasaje en el momento de entregar la maleta al regreso. Había sido sustituido por una hilera de mostradores automáticos. Cada pasajero se autofacturaba. Imagínense el espectáculo.

Ahora, este imperio de lo cutre y lo barato, con un consejero delegado al que le gusta vestirse de payaso, amenaza a España con retirar vuelos como respuesta al incremento de tasas aeroportuarias. Y es capaz de crecerse ante una de las grandes potencias mundiales del turismo, blandiendo la amenaza a sus vecinos de que pueden perder la opción de volar a cualquier rincón del mundo por cuatro perras. Pero es que a España, como a los destinos turísticos más reconocibles del mundo, lo que le va sobrando ya es ese turismo masivo dispuesto a volar de pie con tal de viajar barato. A la larga no renta y eso es lo que ha ocurrido con Ryanair. La compañía se aprovechó de la necesidad urgente que tienen los Gobiernos de dar servicio a los aeropuertos 'de provincia' que carecen de una demanda que justifique su operatividad. Obtuvo así la alfombra roja de la que ahora no quiere prescindir. España no puede ceder a su chantaje. Más pierden ellos, seguro.

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