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LA TRIBU

Zancolí

Dos voces contaban historias bíblicas en sus sevillanas y dejaban letras como látigos de belleza cuando se templaban por fandango

Imagen de la localidad de Almonaster la Real JOSÉ MANUEL BRAZO MENA
Antonio García Barbeito

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En las gramolas de las cunitas que venían a los días festivos del pueblo sonaban cantes que iban de la Esperanza de Enrique Montoya a las canciones de Manolo Escobar, y entre uno y otro, una guitarra que sonaba de otra manera y dos voces ... que contaban historias bíblicas en sus sevillanas y dejaban letras como látigos de belleza o de sentencia cuando se templaban por fandango. Los Hermanos Toronjos vendían Alosno por todos los aires, y además de Alosno, tonadas de otros fandangos de la provincia o la capital. Allí, junto a la boca de aquellas gramolas empezamos a diferenciar estilos: Valverde, Encinasola, el cané, el valiente, que si los bellísimos estilos de un pueblo que no sabría salir de su belleza, de tanta como tiene: Almonaster la Real. Y en Almonaster, un estilo, y otro, y otro… Los Hermanos Toronjos, que forzados por la música acentuaban mal nombres y palabras, y aun se equivocaban —«A la Isabé en el baño / la vio el rey Dávid…», y Betsabé, la pobre, se quedaba compuesta, sin baño y sin la mirada del rey David—, y cuando cantaban uno de los más conocidos fandangos de Santa Eulalia, los chiquillos nos quedábamos con la duda de si el río que decían se llamaba Santolín, Antolín o vaya usted a saber. Cuando Almonaster se me aquerenció en la pasión que tengo por esa sierra, y pude lavarme la cara «la primera vez que fui», supe por mis amigos almonastereños los Romero que su nombre es Zancolí, un agudo precioso, con la fuerza de la zeta mandona y esa i final acentuada: Zancolí. Eso es mandar.

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