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Y ahora, la realidad

Un gobierno competente -como en su conjunto parece el presente- necesita algo más que un menguado grupo parlamentario

Los nuevos ministros, acompañados del Rey Felipe Felipe VI (c), y el presidente del gobierno Pedro Sánchez EFE
Carlos Herrera

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Al gobierno guay de ministros y ministras le quedan unos días de felicidad, de autocomplacencia, de regodeo progre, de foto bonita, de compadreo y colegueo de formalismos de diseño. Está bien. Son tiempos de representación teatral, de fotografías efímeras, de traspasos de poderes muy «polites», ... muy elegantes, muy correctos, muy emotivos, muy de «buen rollo». Pero mañana viene la realidad, la crueldad de las cifras, aquello en lo que no influye el discurso feliz de quienes viven en un planeta de dibujos animados: mañana, una vez acabadas las luminarias de la toma de posesión y esa suerte de ceremonia de felicidad colectiva que es acceder de nuevas al poder, con la educación y cortesía propia de la gente civilizada, llegará la soledad. ¿Qué soledad?: la que sobreviene cuando tu tienes solo 84 diputados.

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