Tribuna abierta
Juan Ramón Jiménez y el ideal poético de pureza
En ‘Pureza’ se revela ya esa suerte de impresionismo pasado por el filtro intelectual que define toda la poesía pura de Juan Ramón
Rogelio Reyes
En su permanente escribir y reescribir y en la continua relectura crítica a la que fue sometiendo sus propios versos en el curso de toda su vida, Juan Ramón Jiménez fue dejando una estela de libros que nunca llegaría a publicar, desbordado por una pulsión ... creativa sin parangón con la de ningún otro escritor de nuestro tiempo. Más que libros en sentido estricto, iba escribiendo poemas que después agruparía bajo unos títulos que nunca verían la luz en la imprenta y que permanecieron silentes en las numerosas carpetas de la Sala Zenobia-Juan Ramón Jiménez de Puerto Rico, en los papeles del Archivo Histórico Nacional o celosamente conservados por su familia, siempre generosa con quienes alguna vez hemos afrontado la tarea de editarlos por vez primera. Tal es el caso de la profesora sevillana Rocío Fernández Berrocal, que acaba de publicar el libro ‘Pureza’ en la colección ‘Letras Hispánicas’ de Ediciones Cátedra.
Precedida de una sólida trayectoria investigadora que se inició años atrás con una excelente tesis doctoral sobre el poeta de Moguer que tuve el honor de dirigirle, esta profesora ha llevado a cabo, con impecable rigor crítico e indiscutible competencia filológica, la reconstrucción de un libro angular en la trayectoria lírica de Juan Ramón; un libro que recoge un buen número de poemas escritos por el autor en torno al último año de su prolongada estancia en su pueblo natal entre 1905 y 1912 y al que el poeta tituló muy significativamente con la palabra ‘Pureza’. Es ésta, como es bien sabido, una noción esencial dentro de la estética juanramoniana, un ideal de perfección lírica al que el poeta se adscribió gozosamente en aquellos años que precedieron a la publicación de libros tan definitorios como Estío (1916) y Diario de un poeta reciencasado (1917), exponentes de una evolución íntima que encontrará en la poesía la más honda razón de su vivir.
El sustantivo ‘Pureza’ y el adjetivo ‘pura’ (‘poesía pura’) son dos términos que Juan Ramón aplica una y otra vez a un estado poético personal resultante de un proceso de interiorización en lo anímico y de simplificación en lo formal, en los que fue dejando atrás la brillante imaginería simbolista de los primeros tiempos para apostar por una depuración intelectual y expresiva con la que el gran poeta convivirá hasta su opción final por una poesía metafísica de altos vuelos. Son dos procesos en paralelo que culminarán en una construcción poemática formalmente sencilla —que no fácil, como diría el propio poeta— y conceptualmente honda y compleja. Instalado en un presente eterno —en un ‘hoy’ cargado de plenitud— el poeta sentirá la aparición de esa pureza como una gracia que identifica su yo más íntimo con una naturaleza tocada por la luz divina. A la manera de los místicos, hay en algunos poemas de ‘Pureza’ una auténtica experiencia unitiva y extática, un fundirse con la luz que emana de lo alto: «¿Amanece en la tierra / o amanece en mi vida? / ¿De dónde es la pureza / primera de este día? / ¿El sol nace del cielo / o nace de mi alma? /Sublime nacimiento, ¿en qué sangre te inflamas? /(La balanza rayante / que va a ordenarlo todo / ¿la sostiene el arcángel / o mi ser armonioso?) / Me siento más divino/ que al abrirse del mundo./ Desde mi interior limpio, / tiño todo lo oscuro…/¡Inmortal sentimiento/ de grandeza y ventura, / que yo esté vivo o muerto, / no me oscurezcas nunca!» ( ‘Aurora de gracia’).
Sin renunciar al trasfondo romántico que asegura la presencia de un sentir poético auténticamente vivido, en ‘Pureza’ se revela ya esa suerte de impresionismo pasado por el filtro intelectual que define toda la poesía pura de Juan Ramón. De la aparente levedad de las cosas menudas se desprenderá una dimensión trascendente que inunda de vida el cosmos. Aunque sólo sea en la ligereza de un visillo movido por el viento suave de la noche : «… ¡Plenitud de lo mínimo, / que llena el mundo, y fija/ el pensamiento inmenso, / en su vaguedad —hoja / que cae, gota / que brilla, / olor que pasa…— / Y el visillo, /azul ya su blancura /—que ha pasado la noche, / mirando yo su vaguedad movida—, / se mueve, dulce aún, el aire vago / del alba». (‘Levedad’).
Esa plenitud que brota de la mera contemplación de lo creado se ciñe a una forma de hodiernismo que Juan Ramón formularía más tarde con emoción en los primeros compases de su ‘Diario de un poeta reciencasado’ : «El día de ayer no es sino un sueño, y el de mañana es sólo una visión. Pero un hoy bien empleado hace de cada ayer un sueño de felicidad, y de cada mañana una visión de esperanza”. Tal como afirma la autora de esta primera edición de ‘Pureza’, esa atención al hoy se vislumbra ya en los poemas del libro que ella acaba de poner con tanta pulcritud a nuestro alcance. En él –dice- “ el presente se torna el centro del poeta y la realidad exterior va siendo la del propio espíritu”. Se trata, pues, de un texto en el que se sustancia muy explícitamente el ideal de pureza juanramoniano, y por ello del eslabón central de la cadena que enlaza los primeros tanteos en el verso libre y en la depuración conceptual con la asombrosa concentración expresiva que Juan Ramón demostraría inmediatamente después en las páginas del ‘Diario’. Un texto que ilumina una etapa angular en la secuencia creativa del genio de Moguer.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete