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A Paco Robles, sobre señoritos

¿Qué último ni último? Sevilla está así de señoritos. No tiene más que entrar en la Junta, almacigadita de nuevos señoritos

Francisco Robles recibiendo el Premio Ateneo de Novela VANESSA GÓMEZ
Antonio Burgos

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No es ojana, querido Francisco Robles, porque vuesa merced sabe de sobra que en esta droguería (de la Puertalarená, naturalmente) no se vende ese producto, porque vino hace poco por aquí uno que quería que lo colocara Celis en la Delegación del Gobierno y acabó ... con todas las existencias. No es ojana de Triana, ni ojaneta de la calle Goyeneta, ni ojanería de la Correduría, pero ¿se quiere usted creer que es como si a mí me hubieran dado otra vez el premio Ateneo de Sevilla por «Las cabañuelas de agosto», al haberlo ganado usted con «El último señorito»? Tanto me he alegrado. Me explico que le hayan dado a usted el premio Ateneo, micer. Esta edición era la quincuagésima del premio que crearon José Manuel Lara Hernández, el irrepetible editor de Planeta, y Joaquín Carlos López Lozano, presidente del Ateneo y director de ABC, y que se concedió por primera vez a Manuel Pombo Angulo por «La sombra de las banderas», novela que trataba de la guerra civil antes que impusieran lo de la Memoria Histórica. Es decir, que el premio Ateneo cumplía las Bodas de Oro, el cincuentenario. Algo que si en vez de premio literario hubiera sido de una cofradía, habría tenido pregón, cartel, exposición en la sala del Mercantil de la calle Sierpes y procesión extraordinaria. Entiendo, querido Pacorrobles, que lo suyo de las Bodas de Oro del premio Ateneo ha sido todo eso en una pieza: cartel, pregón, exposición y procesión extraordinaria. Un autor señalado para la señalada fecha, y por eso me alegro tanto.

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