TRIBUNA ABIERTA
RIP Avenida de la Palmera
Aquella artística entrada a Sevilla desde Cádiz se está transformado en una especie de cutre avenida, una imagen urbanística de ciudad decadente
Pablo Ollero Pina
Tras la lectura de algún artículo sobre el desastre urbanístico que se está perpetrando en la Avenida de la Palmera de la abandonada y sumisa ciudad, que no leal e invicta, de Sevilla; hay que intentar alegar frente a la justificación de determinadas decisiones, más ... políticas que administrativas que se pretenden proteger de la justa crítica excusándolas en otras anteriores y ‘equivalentes’ adoptadas por previos gobiernos municipales.
Al parecer, se asume por los actuales gestores continuar haciendo un mal urbanismo, incumpliendo la Ley y destrozando la ciudad. No por asumir como positivos los actos de sus predecesores sino acreditando, los actuales, la inutilidad que supuso su ascenso al poder cómo elección entre alternativas, falsas, que se ofrecen al ciudadano; dado que se limitan a repetir errores que reconocen como tales, mostrado de paso su falta de imaginación, su incapacidad de innovación y, lo que es peor tratándose de un gobierno local, su absoluto desprecio al modelo de Ciudad establecido por el Plan General de Ordenación Urbanística.
La reconocible obsesión de los actuales regidores municipales por hacer de Sevilla un pastiche al servicio de un turismo pobre: dícese de aquel que concibe la ciudad como el espacio que resta de un bar a otro, sustenta la opción ‘novedosa’. Es decir: la diferencia existe: los errores de otros (permitiendo ampliar la clínica de Fátima o levantar el edificio del colegio de aparejadores, o los edificios modernos que nacieron del ensanche de la avenida Bueno Monreal hacia el puente de las Delicias) no estaban soportados en una exteriorización tan evidente de la apuesta política por cambiar los principios rectores del modelo de Ciudad hacia uno nuevo: ‘Sevilla, la ciudad de los bares’, lema que regalo al actual alcalde.
Actualmente estamos asistiendo, asombrados, a una suma de actos administrativos concedentes de licencias para edificar, según dicen aun cuando habrá que ver en qué acaban, un conjunto de trasatlánticos-colmenas de ¿estudiantes? Dichas licencias permiten sustituir el uso residencial de las parcelas por un equipamiento privado que incrementa, exponencialmente, su edificabilidad independientemente del entorno, colmatando con ladrillos las parcelas, haciendo desaparecer cubiertas vegetales y árboles, y privilegiando superiores alturas. Todo esto en beneficios de fondos extranjeros que, milagrosamente en Sevilla, no son buitres, son santos.
Cualquier persona que pase por la avenida de la Palmera se verá sorprendida por esos novedosos hitos edificatorios elevados como pantallas en paralelo al viario, colindantes con el espacio público ejecutado en el 29 para paseo y sin transición alguna entre la dureza desnuda de tales mamotretos y la suave esponjosidad de una zona simétricamente construida entre dos hileras paralelas de árboles, setos, albero, carril bici, buganvillas... Cualquier persona que pase por la avenida de la Palmera, o vea lo que han hecho con la parcela del colegio de la barriada Elcano, o la muralla levantada en la Avenida Ramón Carande la única pregunta que se hace es «¿cómo puede ser legal este mamotreto?»
Aquella artística entrada a Sevilla desde Cádiz se está transformado en una especie de cutre avenida, una imagen urbanística de la ciudad decadente, pobre y acomplejada que nuestros gestores parecen querer dejar a sus descendientes ante la pasividad absoluta de la ciudadanía. La sensación es que los regidores municipales han puesto a la ciudad en almoneda, expuesta a bajo precio a cualquier comprador; que no inversor, que aquí no invierte ni el tato: ni metro, ni ciudad de la justicia, ni pasos subterráneos bajo el Guadalquivir, ni red de cercanías, ni conexión Aeropuerto-Santa Justa... ahora sí, residencias-colmenas de estudiantes todas las que haga falta que son imprescindibles para el desarrollo económico, da igual que para eso se destroce un barrio (Elcano), se eleve una muralla en la linde de El Porvenir o hagan desaparecer la mejor entrada a la ciudad despreciando el legado del 29.
Para enmascarar la alevosa interpretación de la norma que ha llevado a permitir construir esos portaaviones varados sobre una playa de palmera y albero, el Ayuntamiento ha modificado el art. 6.6.3. de la Ordenanza del Plan General pero sólo para impedir la aplicación de su ‘desinteresada’ interpretación a las parcelas residenciales con usos compatibles con equipamiento, es decir: no habrá más Palmeras 38 o 17, pero nos ocultan la existencia de 23 parcelas de equipamiento en la misma Avenida a las que el plus de edificabilidad concedida y el régimen de las ordenanzas aplicables en virtud de dicho artículo crean una evidente tensión especulativa al incrementar el precio de esos suelos multiplican o tanto su edificabilidad, como su altura, como permitiendo colmatar sus espacio libres ajardinados. Es decir, afirman haber terminado con el problema que el Ayuntamiento ha creado, pero no es cierto, a lo largo de la Avenida de la Palmera pueden florecer 23 nuevos mastodontes de hormigón y colorines bajo los que sepultar su originaria pretensión de ciudad jardín.
El PGOU es una norma harto compleja; un añorado alcalde lo definió como carta a los Reyes Magos, lo que no podemos consentir es que se repartan regalos a costa de nuestra identidad y bienestar en beneficio de algún ‘visualizador’ avispado.
Y ¿la Junta?...
(*) Pablo Ollero Pina es abogado
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