TRIBUNA ABIERTA

La lógica de los líderes autoritarios

Frente a los líderes políticos de corte autoritario, nuestro razonamiento lógico no sirve. Ellos tienen su propia lógica. Para ellos la «lógica» no esta asentada en la razón sino en la fuerza

ABC

Manuel M. Gómez del Castillo

DENTRO del conjunto de propiedades, atributos o cualidades, que diferencian al ser racional de los seres irracionales (mientras la Ciencia no demuestre palpablemente lo contrario), están, evidentemente, la libertad y, como consecuente, la responsabilidad. Pero, junto a ellas, y otras muchas adicionales, existe una, la ... capacidad del razonamiento lógico, que merece una atención especial dentro del campo del análisis político y, más aún, de los análisis geopolíticos. Sin la utilización de la lógica, entendida como método, resulta muy difícil, llegar a consecuencias o resultados que sean, quizás no exactos, pero si, al menos, posibles y fiables.

Sucede, sin embargo, que, cuando se utiliza el método lógico para «escudriñar» el pensamiento de los líderes políticos de corte autoritario, e intentar extraer conclusiones que sean válidas y eficaces, parece que el citado método se diluye y se convierte en algo total y absolutamente inoperante. Porque, para ellos, no existe «la fuerza de la razón sino, escuetamente, la razón de su fuerza».

Esto ha sucedido en el caso de la invasión de Ucrania por Rusia, en el que, frente a toda lógica, la eufemística «operación militar especial» (para la protección de los ciudadanos ucranianos pro rusos frente a «nosabemosqué») se ha producido con una violencia inusitada y, si Dios no lo remedia (porque Occidente no lo va a remediar), terminará muy en breve con el sometimiento de Ucrania a los designios e intereses de Rusia. Y el presidente de Ucrania, Zelenski, al que vergonzosamente Occidente ha abandonado «con suavidad» (como, recordemos, se abandonó al pueblo de Afganistán), tendrá que exiliarse; y la inmolación, entre otros muchos, de los trece héroes ucranianos de la Isla de las Serpientes (como los que se inmolaron por España en las guerras de Cuba y Filipinas) solo servirá para erigirles un monolito y depositar, en su memoria, unas periódicas coronas de laurel que se secarán antes del tercer día. Y es que, cuando se tergiversan los argumentos, y se utiliza la diplomacia como arma para, arteramente, ganar el tiempo preciso para preparar el ataque militar por sorpresa, la ingenuidad política es el mayor enemigo de uno mismo. Así ocurrió en Pearl Harbor.

Y ello volverá a ocurrir, si Dios no lo remedia (porque Occidente no lo va a remediar), en el caso de la posible y factible invasión de Taiwán por China; aunque ella se realizaría con mayor sutileza política y bélica, porque ya sabemos que, en el ámbito de la sutileza, los chinos le llevan una enorme ventaja a los rusos.

Los analistas más avezados, entre los que no me encuentro, no la ven (al menos a corto plazo) porque, haciendo uso del razonamiento lógico, y aun cuando (tras los Acuerdos firmados entre China y Rusia) aquella viene eludiendo una explícita declaración de condena sobre las osadas actuaciones de esta (lo que invita a pensar en una emulación de las mismas), y aun cuando tras la apertura del frente bélico europeo este sería el momento perfecto para la apertura del frente bélico oriental, no cabe olvidar –dicen dichos analistas— que la política de China bascula sobre «lo puramente material», o, lo que es lo mismo, sobre su necesario, imparable e irrenunciable crecimiento socio-económico, al que no beneficiaría en nada la inestabilidad política mundial, ni el consiguiente aislamiento que le produciría, en las circunstancias actuales, una invasión de Taiwán. A ello –siguen diciendo— se añade, entre otros factores menores (¿o mayores?), que ya está a la vista la celebración del XX Congreso del Partido Comunista Chino, durante el cual el impertérrito Xi Jinping quiere revalidar su liderazgo y su control del poder, a lo cual no ayudaría tampoco la inestabilidad política mundial que generaría, como se ha dicho, la invasión de Taiwán. En definitiva, concluyen dichos analistas, la invasión de Taiwán por China no es, en estos momentos, un tema preocupante para Occidente (especialmente para los EEUU). Así pensábamos también hace escasas fechas sobre la invasión de Ucrania por Rusia. Pero a la realidad nos remitimos.

Lo que hay que entender, si queremos salir del Laberinto del Minotauro (como, con inteligencia, hicieron Teseo y Ariadna, después del fracaso, por soberbia, de Dédalo e Ícaro), es que, frente a los líderes políticos de corte autoritario, nuestro razonamiento lógico no sirve. Ellos tienen su propia lógica. Para ellos la «lógica» no esta asentada en la razón sino en la fuerza: «si tengo la fuerza –piensan— aunque no tenga la razón, me quedaré con lo que deseo y quiero; y lo que quiero y deseo, en estos momentos, al margen de territorios, es simplemente acabar con los valores sobre los que se asientan las democracias occidentales para imponer un nuevo orden mundial carente de libertad».

Para quienes no lo entiendan, recomendamos la lectura del libro de Oswald Spengler, ‘La decadencia de Occidente’ (’Der Untergang des Abendlandes’).

Manuel M. Gómez del Castillo y Gómez es catedrático de Derecho Procesal, abogado (Atalanta Gedece. Gabinete Jurídico) y analista de Temas Militares

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