Puntadas sin hilo
Perder el rumbo
El viraje a la izquierda descuadró a miles de votantes que se habían hecho socialistas con Felipe y veían en el PSOE un partido de Estado

El PSOE andaluz, la maquinaria electoral más perfecta que vio la política, el sistema imbatible que ganaba elección tras elección, ha perdido 1,3 millones de votos en menos de una década y media. Desde los comicios autonómicos de 2008, los últimos que ganó Manuel ... Chaves, los socialistas se han dejado el 60 por ciento de sus apoyos, y en las dos últimas elecciones ha cosechado el peor resultado de su historia. La secuencia del porcentaje de voto socialista desde 2008 es una cuesta abajo sin frenos: 49,4% (2008); 39,5% (2012); 35,2% (2015); 27,9% (2018) y 24,0% (2022). Catorce años y cinco elecciones atrayendo cada vez menos votantes. La tendencia es tan sostenida que excede cualquier condicionante coyuntural, como el escándalo de los ERE o la inflación, por citar dos argumentos utilizados por el partido para justificar el mal resultado en los dos últimos comicios. Tampoco se trata de un problema de candidatos, porque en estas cinco elecciones ha habido cuatro cabezas de cartel diferentes. Juan Espadas no era peor candidato que Manuel Chaves en 1990, cuando lideró la lista a última hora y obligado por Felipe González. Pese a tratarse de un candidato sin popularidad ni carisma, el PSOE logró en aquella cita con las urnas 62 diputados, una demoledora mayoría absoluta.
¿Qué ha pasado para que gripase el exitoso mecanismo electoral? La fecha del punto de inflexión no es baladí: 2008, segundo mandato de Zapatero, cuando el PSOE viró definitivamente su proa hacia la izquierda. En esos años se disparó el independentismo catalán tras la aprobación del estatuto de 2006 y se adoptaron medidas económicas ‘chulísimas’ —que diría Yolanda Díaz— que pusieron al país al borde del rescate. El viraje descuadró a miles de votantes que se habían hecho socialistas con Felipe González y que veían en el PSOEun partido de Estado. El socialismo quiso competir con el populismo izquierdista que nació con la crisis de 2008 y se olvidó del centro político, que fue ocupado primero por Ciudadanos y ahora por el PP.
Un veterano dirigente del PSOE andaluz me contó una vez la receta del éxito: «Tenemos que ser progresistas en lo social y conservadores en lo económico». En la Junta siempre manejaron la fórmula a la perfección, y de hecho la patronal andaluza era la primera aliada de los gobiernos socialistas. Ahora el PSOE ha perdido el norte; no tiene un plan económico y trata de compensar su vacuidad con una sobredosis de demagogia social que satura al ciudadano. La propuesta que un partido presenta a la sociedad no se puede basar en el lenguaje políticamente correcto, la apología de un feminismo rancio y el miedo a la derecha. El votante puede perdonar errores de gestión, pero no un desnorte existencial, porque nadie confía la dirección de una autonomía a un partido que no sabe dónde va. El PSOE ha olvidado que las elecciones no las ganan quienes seducen ideológicamente, sino quienes generan confianza.
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