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Marinaleda

España no es todavía Marinaleda, pero aquel régimen de totalitarismo rural no parece ya tan anacrónico

Manuel Contreras

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Mis primeros pasos en el periodismo coincidieron con una campaña de movilizaciones del SOC cuya cobertura me adjudicó mi jefe no por mi destreza profesional, sino por ser el último en llegar a la redacción. El trabajo implicaba sumarse a las acciones sorpresa de los ... jornaleros, normalmente ocupaciones de edificios públicos a primera hora de la mañana, así como engorrosos desplazamientos a Marinaleda para seguir las asambleas populares y, cuando la detención de Sánchez Gordillo parecía inminente, para hacer guardias ante la casa del líder jornalero. Aquella experiencia me permitió conocer por dentro el singular universo de la localidad sevillana, un microcosmos de comunismo puro que resultaba fascinante por lo estrambótico. Marinaleda se antojaba como un Jurassic Park político que recreaba los sistemas totalitarios de la primera mitad del siglo XX: un líder mesiánico controlaba a unas masas aborregadas utilizando una retórica populista cargada de proclamas y amenazas. Pero Marinaleda inspiraba más ternura que miedo, porque era un pequeño municipio insignificante y porque su desvarío dictatorial era anecdótico en un país en el que la democracia parecía más que consolidada.

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