Tribuna abierta
Curro Romero, maestro del tiempo
Curro es poseedor de una equilibrada personalidad tridimensional, es un hombre muy espiritual
Luis Pastor Torres
El pasado día 1 de diciembre tuve el privilegio de disfrutar de la película ‘Curro Romero, maestro del tiempo’. No estoy capacitado para hacer un análisis técnico del film. Por tanto, y desde ese punto de vista, sólo deseo felicitar a los responsables por tan ... bella obra, que sin duda se encuentra a la altura de quien la protagoniza. Sin embargo, sí me atrevo a expresar lo que el conjunto del acto me hizo sentir, porque creo que lo vivido y lo sentido, no debe nunca ser ignorado ni reprimido.
Mi primera impresión fue de admiración ante la capacidad de los autores para captar y condensar en tan pocos minutos los rasgos distintivos de una personalidad tan repleta de talentos, pero a la vez tan celoso de mantenerlos en la intimidad. No ha debido ser nada fácil captar el denso universo personal que habita en el interior del maestro.
A lo largo de la proyección, he «sentido» la figura de Curro Romero como un auténtico modelo biográfico, cargado de valores y completamente fiel a lo que define como la rica herencia de sus padres: una humildad que le aleja del orgullo, una austeridad que le aparta del materialismo, un dominio de lo interno que le proporciona hondura, y un elegante (pero contundente) desprecio por la adulación, las falsas reverencias y las alabanzas vanas.
No sería yo quien me atreviese a definir a Curro como una persona polifacética, pero sí estoy convencido de que es poseedor de una equilibrada personalidad tridimensional. Explicaré brevemente lo que con ello quiero decir: en todo ser humano existen tres componentes o dimensiones: el biológico, el psicológico y el espiritual. Cuando se abandona el desarrollo de uno de ellos, el individuo queda incompleto y lo paga en términos de estabilidad emocional. En Curro existe un proporcionado desarrollo de las tres dimensiones y por eso se confiesa feliz. Tan feliz, que hay un momento de la película en la que hace una autentica alegoría de la importancia de reír. «Me gusta mucho reír». «Es de las cosas más bonitas que hay». Y acierta, no se equivoca, porque hay muchos tipos de risas, pero aquella a la que él se refiere es la respuesta que da el organismo para expresar la felicidad que siente un alma en plenitud, aquella que sólo habita en el interior de los grandes seres humanos.
Del Curro Romero torero y hombre no puedo decir más de lo que ya otros han escrito con elevado conocimiento. Pero tal vez pueda sorprender que a mí me admire y me apetezca hablar aquí de su espiritualidad. Para ello debo anticipar una explicación: lo espiritual no es lo opuesto a lo material, sino a lo superficial, y si algo claro hay en nuestro protagonista, es justo eso: hondura en el pensar, en el sentir y en el vivir. Curro habla poco, pero siente mucho, y es precisamente esa capacidad para sentir lo que le ha aportado su gran patrimonio interior. Los sentimientos aportan riqueza a la vida espiritual cuando se es experto en extraer de ellos las energías que contienen. ¡Y Curro lo es!
Pero si se desean argumentos más palpables, basta oír hablar al maestro en variadas entrevistas sobre el amor (del que dice que «es algo muy bonito, pero que hay que trabajarlo para que no muera»), sobre la inteligencia (de la que hace una distinción certera entre la inteligencia que se usa para hacer el mal, y la que entiende como «inteligencia inteligente», que es la que solo busca el bien), o simplemente sobre la vida, sobre la muerte o sobre su fe, para entender que dentro de esa alma existe la mencionada espiritualidad.
Unas líneas mas arriba he hablado de la tridimensionalidad del maestro, pero repensando lo escrito quiero rectificar. En la vida de Curro existe una dimensión adicional. Su nombre es Carmen. Ella es la cuarta dimensión del Faraón. Fue precioso escuchar en la película a Curro decir que mientras toreaba, «se olvidaba de todo, de absolutamente todo, y que solo veía en su interior la cara de Carmen, que el resto del mundo se le borraba de la mente». Es difícil entender al uno separado del otro. Juntos han demostrado que el todo es mucho más que la suma de las partes. Ese todo es un proyecto en el que sentimiento y entendimiento se han dado la mano. Cada uno respeta el sitio del otro, se hacen quites mutuos cuando los necesitan, y tienen la capacidad de sentir y procesar sincronizadamente.
Otro aspecto que me llamó la atención es como con una sola frase, aparece la máxima expresión de lo que es un filósofo (persona austera que disfruta pensando). En un momento de la película, Curro confiesa que «una de las cosas que más me gusta es pensar… aunque luego no arregle nada». Dudo de que esta última parte sea real, pero en todo caso, el mero hecho de saber pensar y usar la cabeza, es más importante que llenarla de cosas (de pajaritos, como él dice), especialmente en una sociedad que parece tener alergia al pensamiento.
En definitiva, en sus 88 cumpleaños, Curro Romero sigue siendo el mismo de siempre: sincero, humilde, bondadoso, artista y filósofo. Y es que lo auténtico no suele aceptar cambios, porque la verdad no se somete a modas. Y por eso me atrevo a decir, que a lo largo de su vida, Curro Romero no solo ha «defendido su vida» con una muleta en la mano, sino que ha defendido el «sentido de su vida» con una conducta vital intachable para sentirse digno ante sí mismo y ante su propia conciencia, y eso tiene nombre: potestad, señorío y grandeza. ¡Enhorabuena, amigo!
LUIS PASTOR ES CARDIÓLOGO
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