Montero y Aramburu
Se cumplen cinco décadas del despacho que enseñó a pagar impuestos en la Transición
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Iniciar sesiónCuentan los papeles de Manglano que la monarquía saudí financió la Transición. Ignoro de qué aprieto nos libró el país árabe, pero el camino a la democracia lo sufragaron, peseta a peseta, millones de españolitos con el sudor de su frente. Solo basta recordar una ... historia de nuestra ciudad de aquellos tiempos. En un piso de la calle Monte Carmelo nacía en 1971 el bufete de dos exinspectores de Hacienda que se habían conocido en Canarias. Uno era Armando Fernández-Aramburu, corpulento, formal y circunspecto; y el otro José Luis Montero, bohemio, noctámbulo y dotado de una imprevisible genialidad. Son una extraña combinación personal pero una gran simbiosis profesional. Su única aspiración era cubrir la perentoria necesidad de un asesoramiento fiscal cualificado para las empresas andaluzas.
En medio de una feroz crisis económica se extingue la Dictadura y, con ella, su esquema tributario anquilosado y primario. En el primer congreso que nace de las urnas, el diputado García Añoveros —también vecino de Los Remedios— preside la Comisión de Hacienda que alumbra en 1977 la reforma fiscal más profunda de nuestra historia: se suprime el secreto bancario, se crea el impuesto de patrimonio y se ponen las bases para implantar el de la renta y el IVA. Así que Hacienda ya éramos todos y el piso de Monte Carmelo se queda pequeño para atender la enorme afluencia de trabajo (y clientes) que generó la adaptación a este nuevo sistema.
Montero Aramburu se convierte en una firma de referencia que en los noventa integra ya todas las disciplinas del derecho. En una reunión del Instituto de la Empresa Familiar, la influyente asociación nacida en Barcelona, José Luis Montero estrecha su relación con Emilio Cuatrecasas. Los socios que están tomando las riendas del bufete, con Alfredo Álvarez Tello como director, inician el noviazgo con la marca catalana que debía concluir en matrimonio. Se le llamó ‘Operación Monarca’ (Montero-Aramburu-Cuatrecasas). Aunque la fusión finalmente no llega a buen puerto, la alianza con Cuatrecasas siembra una ambición: ¿Aquel gigante jurídico no había nacido, también, a partir de una pequeña oficina familiar? El despacho sevillano podía soñar con ser grande por sí solo.
En los cuarteles generales de la Torre de los Remedios atesoran los secretos de grandes sagas empresariales andaluzas y han representado a clientes tan singulares como Lopera, Sandokán o Portillo. En Sevilla hay magníficos despachos, pero la realidad es que Montero Aramburu ha construido la única firma netamente hispalense con una dimensión considerable (casi 300 profesionales). Esta semana ha celebrado su cincuenta aniversario con un diálogo entre Alfonso Guerra y Miquel Roca sobre los tiempos de la Transición... Esa que se fraguó sobre la voluntad de concordia de tantos españoles a los que, como primera medida, se les ‘invitó’ a cumplir rigurosamente con el fisco.
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