Tribuna abierta

Los otros allegados

Quizá no sea extraño en un Gobierno al que se incorporan, por la vía rápida del enchufe y el amiguismo, un sinfín de «allegados»

Luis Marín Sicilia

El dislate de un Gobierno cuyo jefe de cámara ha convertido La Moncloa, más que en la sede de la presidencia en un plató de figurantes y maquilladores, llegó a inventarse un nuevo sustantivo, los allegados, para abrir la mano y frivolizar la amenaza de ... una tercera ola que teníamos a las puertas de las fiestas navideñas. Comunidades como Andalucía que, responsablemente, pretendieron limitar estrictamente a los familiares la posibilidad de convivir en tales fechas, fueron desautorizados por Sánchez y su ministro Illa.

Un término que no tiene sustancia gramatical, más allá de ciertas relaciones de proximidad afectiva, difusas y de múltiples interpretaciones, fue el sonsonete con el que hubimos de convivir. Quizá eso no sea extraño en un Gobierno al que se incorporan, por la vía rápida del enchufe y el amiguismo, un sinfín de «allegados».

Ya padecimos la alegría del presidente animándonos a disfrutar del verano porque «salimos más fuertes» tras el confinamiento. Y como el liderazgo no depende del número de asesores sino del contacto real y auténtico con los problemas de la calle, los ciudadanos empezaron a padecer una segunda ola de la pandemia, mientras «Pedro el guapo» (según se autocalifica en su autobiografía escrita por una amanuense) disfrutaba con sus amiguetes y demás allegados del patrimonio del Estado, en una conducta que nada tiene que envidiar a la de los nuevos caciques de las repúblicas bananeras.

Hoy estamos inmersos en una terrible tercera oleada y atisbamos un futuro económico y social de dantescas consecuencias, mientras los lumbreras que nos gobiernan se quejan, como el vicepresidente segundo, de que no tienen el poder, que parece ser lo único que les interesa. Un poder entendido como el derecho a hacer lo que le dé la gana, sin controles de ningún tipo, al estilo de aquel «exprópiese» del ínclito Chávez. Por ello atentan a la independencia del Poder Judicial, omitiendo los informes preceptivos del Consejo de Estado para la reforma del CGPJ, para las leyes de la eutanasia, de educación o de la declaración del estado de alarma. O se niegan a debatir ni una sola enmienda en el Senado sobre la ley Celaá o la de Presupuestos. O sea, totalitarismo de la peor especie.

Salir más fuertes no es comparecer ante las cámaras para leer de modo amanerado y anodino las notas que le escribe la legión de asesores que coordina el gurú de la Moncloa. Salir más fuertes es hacer una invitación sincera a toda la nación, advirtiéndole de las dificultades, en vez de repetir machaconamente que nadie se quedará atrás, cuando lo cierto es que vamos todos camino del precipicio.

Salir más fuertes es consolidar unas estructuras de Estado cuya fortaleza haga inviable cualquier desafío que pretenda afectar a sus cimientos, en vez de dar alas a quienes, sin ambages, atentan contra el orden constitucional.

Salir más fuertes es asumir el liderazgo que requiere un momento tan agresivo para la estabilidad de las relaciones laborales y la permanencia del tejido empresarial, amenazados por una crisis que producirá cierres patronales y despidos masivos que no será fácil de paliar con la alegre promesa de medidas de protección social.

Salir más fuertes es entender que la solución a los problemas no está en el enfrentamiento de empresarios y trabajadores sino en el entendimiento y solidaridad de ambos con objetivos comunes de progreso, beneficio económico y mejora social.

Salir más fuertes es decir siempre la verdad, alertar de las dificultades y asumir los riesgos que todo compromiso público implica. Refugiarse en la mentira es tener las patas muy cortas como lo acredita el tema del IVA de las mascarillas o el de la luz.

Salir más fuertes es no utilizar las instituciones como propiedad particular, dando cuenta de su uso, en vez de incumplir las obligaciones sobre transparencia y buen gobierno. Salir más fuertes es hacer simple y operativo el organigrama del Gobierno, en vez de elevar a la categoría de ministerio simples direcciones generales para colocar allegados de todos los colores, orillando a profesionales.

Salir más fuertes es rodearse de buenos gestores, muy especialmente en un momento económico de tanta gravedad, lejos de dar acomodo a cuantos demagogos populistas pululan por los aledaños de los partidos coaligados.

Salir más fuertes es dejar claro que fuera de la ley no hay solución; es decir, hacer lo contrario de lo que se pretende con sediciosos y herederos de ETA. Indultar a quienes ni muestran arrepentimiento ni piden perdón es una ofensa suprema a los fundamentos de la democracia y a la propia dignidad de los ciudadanos que cumplen sus obligaciones.

No se puede salir más fuerte cuando preside el Gobierno quien llegó a él gracias a la «morcilla» introducida por un juez allegado en una sentencia. A partir de ahí, todo en Sánchez es oportunismo ventajista, hasta el extremo de haber prescindido de dos ministros por haber incurrido en plagio y en irregularidad fiscal, frenando tales pretensiones éticas en cuanto se descubrió que él mismo había plagiado su tesis. A partir de ahí, el número de allegados no ha hecho sino crecer, mientras la ética política se desparrama por los sumideros de la podredumbre del sectarismo y la demagogia.

LUIS MARÍN SICILIA ES NOTARIO

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