TRIBUNA ABIERTA
El techo de algodón
Desde muchas perspectivas éticas se puede avalar que la orientación afectiva que ha de priorizarse en toda sociedad que busque un verdadero desarrollo personal es la que está abierta a la familia
Había oído muchas veces la expresión «techo de cristal», esa barrera que tienen que romper las mujeres para acceder a los cargos más altos de las empresas. El otro día me sorprendió la expresión «techo de algodón»: el rechazo que sufren las mujeres transexuales lesbianas ... por su cuerpo biológicamente masculino cuando se sienten atraídas por otras mujeres cisgénero lesbianas; ellas, para su desgracia, no necesitan compresas o tampones de algodón. La cultura woke riza el rizo de tal manera que nos perdemos en los recovecos.
La libertad de la persona no es solo libertad de elegir tal o cual cosa, sino sobre todo elegirnos y configurarnos a nosotros mismos. En la persona nada está completamente cerrado; nuestra sexualidad, tampoco. La manera de ser hombre y mujer tienen un componente biológico evidente y un componente cultural innegable. Mal haríamos con caer en el idealismo de orientar nuestra cultura desde el negacionismo de que nuestra corporalidad no afecta a la definición de lo que somos; mal haríamos con pensar que una tradición cultural concreta agota la riqueza de expresar qué significa ser hombre y mujer.
Algunos estudios apuntan a que la población LGTBI en Europa es de un 6% de la población. Pero la presencia en películas, series, noticias y medios de comunicación es muy superior. Hace unos años no había película española que no contara con el papel relevante y positivo de un sacerdote; en nuestro tiempo no hay película o serie donde una persona homosexual no sea héroe, colaborador necesario o víctima de la trama. Lo mismo que en el pasado la presión homófoba hizo daño a muchas personas, hoy está pasando lo mismo, pero en sentido contrario: la presión homófila está haciendo daño a muchos adolescentes que necesitan patrones de estabilidad y certeza en su proceso de maduración y crecimiento. Lo que puede beneficiar a un porcentaje pequeño de la población en aceptación social está perjudicando a la mayoría en estabilidad y seguridad emocional.
Toda sociedad encuentra su fundamento estable en la decisión de la mayoría de sus miembros de crear una familia estable, desde un punto de vista utilitarista no cabe duda. La familia se ha mostrado, en los momentos de crisis económica y sanitaria, como el bastión fundamental que ha permitido capear sus peores consecuencias. Además, la heterosexualidad tiene la virtualidad no solo de la realización de la paternidad y la maternidad, sino también la de confrontarnos con el distinto. Decía Levinas que la verdadera libertad nos viene del otro en su radical alteridad, del otro en tanto no podemos integrarlo en nuestra totalidad. Y esa es la esencia del encuentro heterosexual, cuando el otro no es mera respuesta a mis necesidades epidérmicas, como ocurre en la sexualidad ocasional, ni bajo el intento de hacerlo una parte de mí, como ocurre en los comportamientos machistas. Una sexualidad abierta a la familia está abierta a la sorpresa del otro a quien nunca terminamos de entender.
Desde muchas perspectivas éticas (utilitarista, deontológica, personalista, etc.) se puede avalar que la orientación afectiva que ha de priorizarse en toda sociedad que busque un verdadero desarrollo personal es la que está abierta a la familia. Sin la acogida a la libertad de todas las minorías, no hay sociedad humana que se precie. Sin proteger con realismo el dinamismo de la familia se perjudica, incluso, a las minorías que busca defender.
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