Cardo máximo
Vísperas del 4-D
En esos tres titulares del periódico del jueves está condensado nuestro drama como pueblo, nuestra autonomía liquidada, vendida en almoneda por unos y por otros
Autonomía. Se nos llenaba la boca con la palabra, cuyo significado exacto no captaban del todo nuestros padres; no digamos los abuelos. Autonomía como sinónimo de forjar el propio camino, de sacudirse el hambre y la mano paternalista de Madrid a la que siempre se ... le escapaba un coscorrón si pedías tu ración o una caricia si te conformabas con las migajas como siempre había sido. A eso se traducía la autonomía andaluza, aquel vendaval de verde, blanco y verde al viento de la Avenida un 4 de diciembre de hace tantos años que nadie se acuerda.
Luego, eso sí, vinieron las instituciones del autogobierno. El estatuto de octubre de 1981 –cuarenta años entre el clamoroso silencio de todos–, la Junta que cabía en un coche oficial con Plácido Fernández Viagas con la camisa remangada en el mitin de Alcalá y Manuel del Valle como jefe de gabinete. Todos están muertos. Es verdad. Pero la primera baja fue ese espíritu reivindicativo de acabar con los agravios, de cortar con las tutelas, de dejar de mirar a Madrid para todo. Ese espíritu murió y está enterrado bajo siete candados como el sepulcro del Cid. Qué triste sino el de esta tierra.
Las tres noticias son de ayer jueves. Ahí van las tres espetadas: «El alcalde de Cádiz: 'Hemos tenido que meterle fuego para que en Madrid se fijen en nosotros»; «Juan Marín sospecha que Génova maniobra para forzar el adelanto electoral en Andalucía»; «Pedro Sánchez frena la sucesión de Juan Espadas en el Ayuntamiento de Sevilla». Ahí está condensado nuestro drama como pueblo, nuestra autonomía liquidada en almoneda, malvendida por unos y por otros. Con nuestros políticos –de todos los colores como se aprecia en la muestra– aquejados de tortícolis de tanto mirar a Madrid, como decía Tarancón de sus hermanos en el episcopado en la Transición. Ahí están las planas mayores de los partidos nacionales haciendo y deshaciendo en esta bendita tierra como si fuera el patio trastero de sus disputas, el territorio conquistado en el que se puede mangonear sin que nadie alce una voz. Ahí está el presidente del Gobierno de una nación al borde del precipicio intrigando por ver quién va a ser el alcalde de mi ciudad. Ay, Sevilla, qué bajo has caído, el mismo día que la ministra de Economía ensalza al regidor de Málaga por su hambre de inversiones.
Es nuestra realidad en vísperas del 4-D. Para qué tanta autonomía, tanto presupuesto empantanado si después nuestros políticos se pasan la vida pendientes de la mano que los alimenta desde Madrid. Qué se hizo de aquel grito liberador del 4 de Diciembre, dónde fueron nuestros sueños para llegar a esta miserable exhibición de lo poco que nos creemos la autonomía, que quedó fetén en las sevillanas de Aurelio Verde, pero poco más. «Despierta, que eres libre de tus cadenas»... ¡Anda, ya!
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