CARDO MÁXIMO
Si lo hubieran dejado
Parias hubiera sido un gran alcalde regeneracionista, un tecnócrata cuando ya había pasado el tiempo de éstos
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Iniciar sesiónFernando Parias Merry, fallecido ayer a los 84 años, hubiera sido un excelente alcalde de Sevilla… si lo hubieran dejado. No hay contradicción en lo que se afirma con el desempeño del cargo entre junio de 1975 y diciembre de 1977, con la creciente oposición ... de las fuerzas democráticas desde dentro del pleno, el hostigamiento de las asociaciones vecinales toleradas por la dictadura y una penuria económica crónica en las arcas municipales. Pese a todo, brilló en la Alcaldía por la elegancia en las formas que lo acompañó siempre. Su mandato, muy reducido y veteado por la transición política en marcha, está simbolizado en el recibimiento a Don Juan Carlos y Doña Sofía en su primera visita como Reyes a Sevilla en mayo de 1976, momento culminante de la comunión hispalense con el monarca que venía a restaurar las libertades plasmado en el grito de «Viva Andalucía» que profirió desde un balcón del patio de la Montería del Alcázar.
No era un grito andalucista; o no, al menos, a la manera en que después fraguó en un partido político la corriente andalucista que hundía sus raíces en la conciencia social de marginación y agravio que estaba en el ambiente de no pocos grupúsculos de católicos comprometidos. Parias hubiera sido un gran alcalde regeneracionista, un tecnócrata que llegó a la Alcaldía cuando ya había pasado el tiempo de éstos y había que elegir bando entre el bunker que se aferraba a Franco moribundo para apuntalar el régimen y la oposición democrática cada día más envalentonada, que encontró en los alcaldes el talón de Aquiles del tardofranquismo.
No era de ninguna de las familias del régimen, aunque su apellido y su acendrada fe bastaban para situarlo en la derecha sociológica de la ciudad, pero pasada por Europa por la que había viajado, por motivos profesionales. No había conocido la Guerra ni se había significado en la política local. De hecho, ni estaba en las quinielas para sustituir a Juan Fernández. Parias fue el elegido, pero con tan estrecho margen de maniobra que poco pudo hacer en una Sevilla acuciada por los problemas de infraestructuras, condiciones de vida muy precarias y falta de colegios, ambulatorios y viviendas. Y sin recursos: la deuda de impuestos municipales impagados igualaba en 1978 el montante global del presupuesto local.
La ofensiva contra él fue despiadada. Con el pecado original de no haber sido elegido democráticamente, la izquierda lo asedió con aquel pareado que le recitaban a coro en la Plaza Nueva: «Alcalde, babucha, Sevilla está en la lucha». En la hora de su muerte, bien está hacer abstracción de aquel navajeo indigno y rescatar la memoria de quien se ofreció a cuerpo gentil para un puesto complicado y que supo manejarse sin perder las formas en un mar tenebroso en el que su corporación naufragó. Tal vez si lo hubieran dejado...
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