Cardo máximo
El escapista
Si sale vivo, habrá que encumbrarlo como digno sucesor del gran Houdini, pero si sale mal la jugada, quedará para el arrastre
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Iniciar sesiónJuan Espadas, todavía regidor de Sevilla, tiene aire de ilusionista: despertó la ilusión de que estábamos ante un alcalde serio, honesto y cabal después de tantas estridencias como llevábamos vistas y, de repente, nos enteramos de que va a desaparecer tras el humo de sus ... palabras a mitad de su segundo mandato. Todavía no sabemos cuándo sucederá este prodigio del ilusionismo político, lo cual, bien visto, forma parte del espectáculo de despedida, una minigira por los barrios de la ciudad que deja sucios y abandonados. De su ascensión a la gloria del PSOE, se les queda a los ciudadanos que le dieron su voto en mayo de 2019 la misma cara de desnortados que a los apóstoles cuando vieron subir entre aclamaciones al Cristo resucitado: «Sevillanos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?». Será para que no miremos al suelo, que da pena.
Hasta ahora, Espadas se había mostrado como un experto en capear temporales, surfear olas y esquivar tormentas que hubieran hecho naufragar su carrera política. El día que se quitó las gafas, se operó de la vista y adelgazó escapó de su triste sino de consejero prescindible. Fue su primera gran función a la vista de todos cuanto no daban un duro por su candidatura a la Alcaldía. Por arte de magia, Espadas mutó el número del escapismo por el del mago tragasables: se comió unos cuantos como opositor a Zoido, desasistido y olvidado por su propio partido que lo envió a que le partieran la cara. Todavía como alcalde tuvo que tragarse los últimos sables que Susana Díaz le metió de matute en la lista electoral. Pero nuestro hombre sobrevivió a todo eso incólume, para asombro de cuantos no dábamos crédito a su habilidad para atravesar fuegos podemitas sin quemarse, vadear por la derecha charcos embarrados y sortear cuantos obstáculos colocaba Ciudadanos en el centro.
Tal vez de esa afición a cruzar el alambre de punta a punta de la ciudad sin partirse la crisma, Espadas el escapista nos ha anunciado su último número, que promete ser sonado. Elegido ya poderoso factótum del PSOE regional, ha hecho que le pongan una camisa de fuerza para atarse las manos sin posibilidad de maniobra y que lo sumerjan en la piscina de los presupuestos municipales para 2022, cerrada con cadenas cuya llave ha entregado a Podemos o lo que queda de él en el Ayuntamiento de Sevilla. El truco está en contener la respiración; no sólo nuestro experto ilusionista, sino nosotros mismos pensando lo que nos va a costar que un político se entregue de esa forma en manos de sus rivales. Si sale vivo, habrá que encumbrarlo como digno sucesor del gran Houdini, pero si sale mal la jugada y da síntomas de ahogo mientras el ínclito Muñoz echa mano del hacha de emergencia para romper la urna, quedará para el arrastre. Salvo que también escape de ese desastre.
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