Cardo máximo
Un chiste ruso
Los museos deberían ser algo más que simples contenedores donde airear los fondos propios de instituciones tan venerables como el Hermitage petersburgués
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Iniciar sesiónDe vez en cuando, a Espadas le aflora una veta digna del mejor humorista. Uno creía que lo de la franquicia del museo petersburgués por la que puja Sevilla en liza con Málaga, Madrid, Lisboa y alguna más que se sumará a la subasta era ... una humorada, pero después de que el alcalde le haya pedido ayuda al ministro de Cultura, el muy prescindible Miquel Iceta, para llevarse el gato al agua, ya no quedan dudas de que se trata de un chiste ruso, digno heredero de aquel humor corrosivo que subrepticiamente circulaba en tiempos de la URSS como única válvula de escape a la opresiva situación política.
A Sevilla le viene bien una franquicia del Hermitage, como a cualquier ciudad. A ninguna flamenca le afea un clavel, si me permiten decirlo así las feministas, pero, ¿a qué precio? La petición de ayuda de Espadas, ciertamente jocosa porque se supone que el Ministerio de Cultura ha de ser neutral con todas las ciudades aspirantes, llegó el mismo día que se conocieron los Presupuestos Generales del Estado en los que a la rehabilitación del Museo Arqueológico –donde debiera exponerse el tesoro del Carambolo que la ciudad se permite el lujo de tener a buen recaudo en una cámara acorazada– se le asigna una partida ridícula de un millón de euros. Para la ampliación del Museo de Bellas Artes, como es ya tradicional, no hay fondos. Ni ganas, ni voluntad, ni nada.
Y la valetudinaria pinacoteca con la que se llenan la boca cuando se trata de presumir de fondos pictóricos tiene que soportar el desdén político, desde luego, y las carencias materiales que obligan a proyectar el vídeo de la exposición de Picasso en el hueco de la escalera o a que dialoguen el retrato del Greco de su hijo Jorge Manuel con su reinterpretación picassiana con el San Jerónimo de Torrigiano de carabina. Lo de la pretendida conversación entre el Bautista tenebrista del Battistello y el pollo sin cabeza del artista malagueño pide renglón (o columna) aparte.
El Hermitage está alquilando su marca, al mejor postor, como atractivo para viajeros con ínfulas en línea con esa endiablada consideración de los museos como polos turísticos. Pero los museos deberían ser algo más que simples contenedores donde airear los fondos propios de instituciones venerables. El Bellas Artes de Sevilla es único, también en sus limitaciones de usar un exconvento, con el que los cuadros entablan el primer diálogo. Y es fuente de inspiración para ensanchar el ánima: los cuadros –como la cultura– no nos hacen mejores, pero tiran de nosotros hacia arriba, elevan el espíritu, que se decía antes. A este columnista, por ejemplo, la cacareada exposición de Picasso le sirvió para encontrarse con unos ojos maravillosos: los de la Santa Teresa del Españoleto. Eso sí que no es un chiste.
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