Pásalo
Santa Inés
«Vamos a dejarlo así/ sin aire ni calenturas»
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Iniciar sesiónHay conjunciones que bien valen una estrella de oriente. También a nivel político. Porque esas conjunciones conducen e iluminan belenes que lo fueron en su día por dejadez, por falta de previsión o por mala cabeza con las cuentas. Mucho de esto es lo que ... pasó con el convento de Santa Inés, tan literario en noches con órganos de leyendas becquerianas; tan sevillano y andaluz en su relación con el patrimonio. Vieja es la firma política que, desde 1990, rubricó la Consejería de Torres Vela para que la Junta se hiciera, durante cincuenta años, con parte del espacio del convento para convertirlo en sala de exposiciones permanentes. A cambio, la Junta restauraría las partes más afectadas por el tiempo y la incuria de tan bello edificio religioso. Y pasó lo que no es infrecuente que pase con estas intervenciones. Que la Administración no pudo cumplir con lo acordado y las monjas de Santa Inés se quedaron con el convento a dos velas, nunca mejor dicho. Pero ganaba la Junta. Las monjas se quedaron con el órgano y la leyenda de maese Pérez.
Pasó el tiempo, y el órgano de maese Pérez, una delicada joya a mitad de camino entre el diecisiete y dieciocho, con dibujos chinescos en su cuerpo, tuvo que ser enviado a restaurar con carácter urgente por las propias monjas. O se ponía en manos de especialistas o el patrimonio perdía una joya musical como el citado instrumento. La Junta, tan celosa con la paja en ojo ajeno y tan laxa con la viga en el propio, devino en el guardia de la porra y pretendió multar a las monjas con cien mil euros por tomar una decisión al margen de la Consejería. Las administraciones suelen caer en esos ataques de autoridad para ponerse la medalla del buen gobierno. ¿Buen gobierno es multar a unas monjas por mandar restaurar un órgano que la Junta no se molestó en velar y proteger? Se armó un revuelo de importancia. Con debates de opinión que llegaron hasta Madrid donde, desde el interior de un gabinete ministerial, se les aconsejó a las monjas que se pusieran en manos de un prestigioso bufete de abogados.
Pero las monjas ya tenían abogado. Uno que es del Arenal y que se mete en los charcos que cree conveniente. Y que no solo evitó que las abadesas de Santa Inés pagarán tan injusta sanción. Se las maravilló, igualmente, para que los mil y pico de euros en el que se quedó la cosa la pagaran las hermandades del Martes Santo sevillano, incluida, cómo no, mi Dulce Nombre de San Lorenzo. El salvador de El Salvador y el letrado que más sabe de herencias taurinas de mansas y peligrosas maneras, se apuntó una goleada más en su cuenta particular, que desde ABC contamos puntualmente y nos valió para que las monjas de Santa Inés nos tengan entre sus oraciones.
La consejera de Cultura, Patricia del Pozo, anució hace unas semanas que invertirá un millón de euros en acondicionar el espacio cultural para albergar las piezas del Arqueológico, en obras. Alguien debió decirle a la consejera que no lucía bonito invertir un millón en el convento y dejar a las monjas en la clausura del olvido político, con varias fases de restauración paradas y con paños de caliches y desconchados en perfecto estado de necesidad. Fue entonces cuando se produjo esa conjunción estelar, de Jupiter y Saturno enredados en el cielo, para que la consejera sacara del cajón de urgencias una partida para arreglar y civilizar una de las fases pendientes. Estas cosas, consejera, usted que canta por Bambino, solo se le pueden agradecer citando al genio de Utrera cuando cantaba: «Vamos a dejarlo así / sin aire ni calenturas / vamos a dejarlo así / no hay rencor ni amargura...» Y Santa Inés se lo agradecerá.
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