Pásalo
Orcas
¿Qué ha pasado para que los cetáceos del Estrecho hayan cambiado de carácter y ataquen a los veleros?
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Iniciar sesiónA Herman Melville le hubiera parecido una broma esto que ahora les cuento, porque una orca del Estrecho al lado de Moby Dick es como comparar un rodaballo con un tiburón blanco. Un grupo familiar de estos cetáceos tiene sumidos en la angustia a los ... practicantes de actividades náuticas recreativas, que han sufrido embestidas en sus propias naves. Las orcas han venido formando parte de la postal salvaje marina del Estrecho desde hace algunas décadas, siendo la excursión pagada y guiada a sus territorios un clásico de las escapadas más divertidas con los pequeños de la familia. Nunca dieron problemas… las orcas, los niños casi siempre. Por más que se les turbara sus plácidas simas atlánticas. Pero desde el año pasado el comportamiento es distinto. Los técnicos le llaman «interactuaciones». Los propietarios de los barcos son más directos y lo califican como ataques en toda regla. ¿Qué ha pasado para que las orcas hayan cambiado su carácter? ¿Por qué razón atacan a los veleros sin motor?
Un navegante, asiduo de la zona, me reportaba el pasado viernes que este cambio de comportamiento también se detectó el pasado año en las aguas cantábricas, donde algunos veleros fueron «interactuados», probablemente, por este grupo de orcas. En la zona del Estrecho, hablando bajito, algunos náuticos andan convencidos de que la agresiva conducta de las orcas vendría motivada por la respuesta intimidatoria que los pescadores le han dado a los cetáceos. Una respuesta eléctrica, descargas disuasorias, que los almadraberos habrían efectuado para defender su medio de vida, que no es otro que la pesca del atún. No eleven a definitivo nada de lo que aquí les cuento. Pero de ser ciertas estas versiones, las orcas no habrían cambiado de carácter. Pero, en cambio, sí habrían cambiado de actitud los atuneros, defendiendo su modo de vida, que hasta el momento habían coexistido sin tensiones en ese territorio.
La navegación por determinadas áreas del Estrecho se hace terriblemente cinematográfica, de película de miedo quiero decir, puesto que una «interactuación» de una orca con un timón es terriblemente desagradable y más peligrosa aún. Si rompen la mecha de la pala, la vía de agua está casi asegurada, situación en absoluto recomendable para nadie. Menos con las orcas que lo han roto bailando alrededor del naufragio. Los consejos que se han dado a los navegantes de veleros no mayores de los doce metros de eslora no animan a coger el barco. Motores apagados, velas arriadas y no asomarse a los costados de la embarcación. O sea, barco muerto, inmóvil, como se queda una zarigüeya cuando se ve amenazada por un depredador. Y que se nos aparezca la virgen del Carmen. Con estos consejos yo no me monto ni en el crucero de «Vacaciones en el mar». El Estrecho tiene su peligro. Pero jamás tan extremo como el de una mesa bilateral del gobierno con tiburones insaciables… Cosa que Herman Melville sí compararía con su Moby Dick.
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