QUEMAR LOS DÍAS
Oficio luminoso
En las ponzoñosas aguas del mundo cultural, Pepe Serrallé se ha movido como un hermoso nadador en un mar soleado
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Iniciar sesiónNo eres nadie en la cultura de esta ciudad si no has sido invitado alguna vez a participar en un acto de la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla. Y casi diría en la cultura española, porque por el Espacio Santa Clara, ... sede de esta entidad, ha pasado lo mejorcito de las artes y las letras de nuestro país. De la vieja guardia y avant garde, iconoclastas y académicos, pirados y estirados, un verdadero zoo intelectual que ha convertido a esta institución en una de las cosas más raras y maravillosas que le han pasado a la cultura en Sevilla en los últimos años.
La culpa la tiene el hombre con la cabellera más fabulosa de la Tierra: José Daniel M. Serrallé, más conocido por todos como Pepe Serrallé, poeta y director desde hace años de la Casa de los Poetas y las Letras de Sevilla, donde con discreción y absoluta humildad, con un talante siempre abierto y en permanente escucha, viene enriqueciendo la vida cultural sevillana a través de un debate vivo, dinámico, en continua construcción, in progress, que diría un pedante.
Lo primero que me impresionó de Pepe fue su pelazo -aunque le he insistido, sigo sin saber la marca del champú que utiliza-. Enseguida comprendí que su pose de dandi es de todo menos pose, porque Pepe es un dandi esencial, que entiende la vida como un oficio gozoso, estético y sensual. Sigue impresionándome su pelo, pero hay otra cosa que hoy me produce mayor admiración: en las ponzoñosas y lúgubres aguas del mundo cultural, siempre agitadas por intereses creados, falsos aduladores, camarillas y envidias, Pepe siempre se ha movido como un hermoso nadador dando brazadas en un mar soleado. Es un ser luminoso, y la prueba está en cómo lo recuerdas cuando cierras los ojos: sonriendo (y sí, también atusándose su fascinante pelo). En 2019, Renacimiento publicó una reunión de todos sus poemas. No lo había leído nunca, y entonces comprendí de dónde provenía su luz: es el brillo de santidad del maldito, el aura divina del superviviente.
Siempre que voy a un acto en la Casa de los Poetas y las Letras, sé que lo mejor viene a los postres: las cervezas que comienzan en el Vizcaíno o en el Corral de Esquivel y pueden acabar observando cómo los guiris se empapuchan el hocico con la Sangre de Cristo en el Garlochí. Habiendo viajado al fin de la noche con Pepe, la afirmación de que la cultura es aburrida se vuelve absolutamente inconsistente. Él tiene una expresión impagable para definir, de hecho, a los intelectuales palizas que no saben entender la cultura sin aburrimiento: les sale verdina por las orejas.
Al conocer los galardones de la Feria del Libro de Sevilla, me he alegrado mucho por mi admirado Manuel Sollo y por la jovencísima y talentosa Irene Reyes-Noguerol, pero sobre todo me he sentido feliz por Pepe Serrallé: por su pelazo, por la verdina, por su extraordinaria poesía, por entender la cultura como un oficio luminoso.
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