LA TRIBU
Retiro
Sí, estás, otra vez, en Almonaster, esa querencia tuya en la Sierra de Huelva, ese norte que tiene el sur para recreo de tantos
Se te viene a la boca, como un golpe de sangre endecasílaba, el verso de Miguel: «Te espero en este aparte campesino…» Sí, sería hermoso esperar lo mejor de una espera en este lugar, aquí, lejos de la eléctrica vida de prisas, imposiciones, tráfico, intereses, ... postizos… «Te espero en este aparte campesino…» El otoño es malo, de los peores que hemos ido recogiendo en la memoria. La luna nueva que asomó por el seis de octubre lo cantó con un restallar de solanos. Mala cosa. Si octubre no es octubre, ni deja ser a noviembre, malo, malo.
No sabes, no te explicas, de dónde sacan las entrañas de la sierra para levantar esta vida forestal, este monte bajo, la belleza erguida de las alamedas que corren al par del río. El oro foliar de los chopos va señalando los caminos del agua, y los castaños que ya se visten de amarillo, levantan la belleza silente —el día es plácido—; la luz no tiene prisas, se echa, se sienta, anda, se levanta para recrearse en el altísimo azul de noviembre, de este noviembre seco y enfermizo que no podrá echarles una mano a las frutas de la primavera. Por encima de todo, de la desgracia de la sequía y del hermoso y ruinoso sol de vísperas de fin de año, el pueblo sigue con su habitual hermosura, con su belleza única. Nada menoscaba la belleza de este pueblo ni de algunos otros que se derraman ladera abajo, se aferran a los cerros o se acunan entre dos alturas, como si montaran a pelo los montes, sin ir más lejos, Cortegana, la que ofrece una estampa bellísima camino del Cerro de San Cristóbal. Sí, estás, otra vez, en Almonaster, esa querencia tuya en la Sierra de Huelva, ese norte que tiene el sur para recreo de tantos. Almonaster, ay. Desde el Cerro de San Cristóbal, casi mil metros de altitud, la vista es deslumbrante. Los días claros se ve el mar, dicen los del lugar. No es extraño. Desde aquí, los días claros, es posible ver incluso los patios del cielo donde juegan los ángeles. Almonaster… «Te espero en este parte campesino…» Huertas, minifundios, encinas, alcornoques, madroños, lentiscos… Nunca habías visto el pueblo desde esa altura privilegiada, y ya no lo olvidarás jamás. «…En el campo te espero: mi destino…» Dice el poeta que «Quiere el amor romero, grama y juncia…» Sí, así es este amor que te espera aquí. «Ven, que romero y juncia son mi asedio…» Cuando noviembre es incapaz de improvisar la lluvia, Almonaster, su término, improvisa la belleza irrepetible del otoño serrano. Y los amigos. Y unas copas. Y unas viandas… El día se ha hecho de oro y azul. Palabras y cercanía, el camino alto, los árboles cercanos, la vida aquí, aunque no llueva. Este lugar, para un retiro. Para el retiro. Y que Almonaster siga improvisando bellezas y asombros.
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