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EL RECUADRO

La carrera de las velas

Asistimos a una regata burocrática, a ver quién llega antes, si la calor o las velas para dar sombra a las calles

Antonio Burgos

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Ríase usted de las regatas de la Bahía de Cádiz o de los campeonatos de windsurf en los que es campeona la familia Manchón, precursora de este deporte que trajeron los alemanes a Matalascañas y después han visto la que han liado en Tarifa y ... especialmente en su playa de Valdevaqueros, que han sido tan listos que viven del viento. En Sevilla muchos viven del aire, del cuento, y en Tarifa todos viven del viento para el deporte de windsurf y del kitesurf. Ríase de todas esas navegaciones, porque para carrera de velas, Sevilla. No las del poema clásico («Ay río de Sevilla,/qué bien pareces/lleno de velas blancas/ y ramas verdes»), sino las de las calles. Todos los años asistimos a una regata burocrática, a ver quién llega antes, si la calor o las velas para dar sombra a las calles del centro. Muchos las llaman «toldos», pero eso va por otro lado: eso es para la parte de «Currito, dale al botoncito». Las que cubrían las calles de Sevilla fueron siempre las velas, porque procedían las lonas usadas en las embarcaciones para recibir el viento. Y es curioso cómo el lenguaje sevillano ha reservado esa palabra para las que cubren por el verano calles y patios, y ni en el mundo de las cofradías se usa «vela» para nombrar las de cera que alumbran. Los nazarenos llevan cirios, no velas; y en los pasos se colocan codales o candelerías completas en los de palio, nunca velas.

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