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EL BURLADERO

Ánimo, Pablo: ya solo te falta el Audi

Cualquier día te pueden okupar el chalé los mismos a los que has defendido con ahínco. Qué horror. Ten ánimo y sigue prosperando

Carlos Herrera

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Un importante alto cargo de los gobiernos de Rodríguez Zapatero, normalmente maltratado por Podemos, me aseguraba -con un cierto regusto de placer- que el asunto del chalé de los Amados Líderes constituirá el final político de, al menos, Pablo Iglesias. O de Pablo Iglesias tal ... y como lo conocemos. Puede ser una exageración pero contiene algo de verdad previsible: cualquier exceso de verborrea normalmente demagógica del líder de «la gente» podrá ser inmediatamente neutralizado mediante la simple alusión a su mansión de 600.000 euros. Lo cual es también demagógico, pero quien a hierro mata, a hierro muere. Los Iglesias Montero no han hecho más que acogerse a una ley no escrita pero sí contemplada en las sociedades liberales: la Ley de la Prosperidad, esa por la cual «la gente» tiene derecho a prosperar, a mejorar, a crecer y a legar sus ganancias; justo lo que han combatido estos dos cantamañanas con su discurso barato y antiguo a lo largo de todos estos años. Comprarse una casa con cuarenta años es, más o menos, contemplable en gente que trabaja, ahorra y mejora; disfrutar de sus bienes, aquellos que han sido obtenidos merced al esfuerzo de cada uno, es un inapelable derecho sobre el que no merece la pena teorizar. Pero no es un derecho exclusivo de la extrema izquierda: lo es también, incluso, de políticos como Luis de Guindos, que se gastó el mismo dinero en un ático y fue severamente censurado por este par de simples. Hoy, al hacerse mayores y querer ser legítimamente como Guindos, se han dado cuenta de lo que de veras significa «cabalgar contrariedades»: son las propias bases de Podemos las que están disparando con saña sobre esta versión millennial de los Ceaucescu, que no han mejorado demasiado la vida de sus votantes pero sí han conseguido que sus votantes mejoren la suya.

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