TRIBUNA ABIERTA
Derribemos la estatua de Trajano
Han conseguido, por la desidia gubernamental y su renuncia expresa a la lucha de ideas, imponer tesis indigenistas, que amparadas en leyes de memoria histórica, convierten opiniones en verdades
Andrés Joaquín Egea Romero
Estas semanas hemos vuelto a asistir asombrados a un nuevo atentado a las estatuas de los colonizadores españoles en América, en este caso al conquistador y primer gobernador de Puerto Rico, Ponce de León, acusado por los descendientes de los indios taínos, como no podía ... ser de otra forma de genocida, violador y ese lago etcétera que sirve para englobar a los principales protagonistas de la expansión y colonización española en América, y el que ya hoy todo el mundo asume, incluido especialistas españoles, como si de un axioma científico se tratase.
Sin embargo, y aunque ya pocos les den uso, los libros y la historiografía demuestran que la vida de Ponce de León poco o nada tiene que ver con las acusaciones vertidas, siendo arquetipo y ejemplo del papel de los colonizadores en América, quienes para el hispanista Stanley Payne son «expresión de una cultura, una tenacidad y una resistencia que difícilmente tiene equivalencia en la historia».
Este hidalgo y hombre de pensamiento refinado y elevado en palabras del historiador Gonzalo Fernández de Oviedo, o ese típico andaluz, como le describe el especialista en historia Naval de la universidad de Oxford, Samuel Eliot Morison, era un protegido del Obispo Fonseca. Sobrino del Duque de Arcos, había luchado contra los musulmanes en la guerra de Granada, se había enrolado como voluntario en la expedición de Bartolomé Colón y es muy posible que acompañase a Colón en su segundo viaje. Una vez establecido en la Española consiguió autorización para conquistar Puerto Rico, lo que hizo durante el periodo 1506-1507, tras duros combates, en alguno de los cuales llegó a perder a la mitad de sus hombres. Casado con una nativa de la isla, Elena, se convertiría en el primer gobernador de Puerto Rico. Lejos de asentarse, tras una vida permanente de aventura se lanzó a buscar la isla de Bímini, buscando la fuente de la eterna juventud, producto, quizás, de sus lecturas de las novelas clásicas sobre Alejandro Magno. En su periplo descubriría la corriente del golfo y la península de Florida, donde tuvo que hacer frente a tribus caníbales, cortadoras de cabelleras que practicaban rituales de sacrificio con sus propios hijos. Fruto de uno de esos encuentros, recibirá una herida con flecha envenenada, producto de la cual terminaría falleciendo en La Habana.
Esta extraordinaria vida, muy parecida al de muchos de los protagonistas de la aventura americana, explica cómo historiadores de la talla de Ranke han calificado al descubrimiento y colonización de América como uno de los hitos más grandes de la historia universal, que en palabras de Morales Padrón permitiría la absorción de América por Occidente, logrando «que la cultura latina, trasplantada de Roma a España y unida aquí a lo germano, cristiano, judío, árabe… conquistara un nuevo escenario de expansión al otro lado del mar».
Decía el historiador ecuatoriana Jorge Lunes Yepes que todo lo que atañe al hombre es multifásico y complicado, recordando que la conquista fue un hecho de guerra en el que tenía que producirse irremediablemente el choque entre las dos culturas, y en el que había que diferenciar claramente el proceso de eliminación establecido por los pueblos anglosajones respecto a los pueblos indígenas, y el proceso de pacificación ideado por el pueblo español, que daría lugar a contactos de orden superior y como consecuencia el mestizaje no solo biológico sino aún espiritual. Criticaba abiertamente a los espíritus unilaterales que solo ven la superficialidad de las cosas, y que hablaban de la conquista española como si todo hubiese sido vesania sádica y apetito bestial y por el contrario comportamiento heroico e inocente por parte de los indios conquistados.
Desgraciadamente esos espíritus maniqueistas, a pesar de la evidencias documentales, han conseguido, por la desidia gubernamental y su renuncia expresa a la lucha de ideas, imponer tesis indigenistas, que amparadas en leyes de memoria histórica, convierten opiniones en verdades, despreciando todo nuestro pasado.
Por ello y en vista de que España parece ser el único país de habla hispana que aún no ha sido recompensado, ni mucho recibido disculpas por los pueblos extranjeros que nos colonizaron, en virtud de la propia ley de memoria histórica, los aquí firmantes EXIGIMOS la devolución a España de todos los minerales robados por fenicios y griegos, el cambio de nombre de las calles Trajano y Adriano por la de los héroes nativos Indíbil y Mandonio, el derribo de la Giralda como símbolo de la imposición cultural de los almohades y la indemnización por parte de Francia a todos los descendientes de los represaliados por la guerra de la independencia y la devolución de los cuadros de Murillo que robaron.
Mientras esperamos su respuesta... al menos nos queda el Rey.
Andrés Joaquín Egea Romero es portavoz de la Plataforma 'En Defensa del Mundo Hispánico'
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