El Faraón de Andalucía
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Iniciar sesiónCuando Andrea parió a su niño en la pirámide de Camas en la que la familia Romero López guardaba el tesoro de Andalucía -humildad, sacrificio y sentido de la medida-, ella ya sabía que había tenido un Faraón. El chiquillo tímido que pasaba las noches ... en vela en Gambogaz contemplando cómo la luna mordía en sus amores furtivos a la torre de la ciudad, aquel muchacho que llevó en su bicicleta la receta de la belleza, el que toreaba de salón con la lona metida en un tinte colorado que tenía que repartirse con otros dos torerillos de su calle, ese hombre que se hizo torero para ponerle un palacio a sus padres y a sus hermanas con una cama para cada uno, el que resucitó a Sevilla en 53 pasos y medio cada Domingo de Pascua, ha conseguido que el nombre de su madre sea también el de su tierra. Ahora Curro es, con papeles, hijo de Andrea y de Andalucía. Ya tiene una partida de bautismo donde pone el nombre de las dos, la de carne y la de arena. Todo el albero que pisó Romero en su viaje a la leyenda es ahora el útero que le ha hecho crecer hasta la dimensión definitiva del hombre: la eternidad.
Dice Curro, siempre con los ojos escondidos en el burladero de su humildad natural, que el mayor rasgo de inteligencia consiste en comer poco cuando se tienen muchas ganas. Porque ahí es donde cada uno se demuestra a sí mismo el poder que tiene sobre su propio instinto. Esa frase es un autorretrato. Romero es aficionado a las ollas hirviendo, mientras más sencillas mejor, pero sabe siempre medirse, quedarse en su sitio. Como ante el toro. En esa coyuntura que lo colocó al límite de su propia conciencia, su cuerpo le pedía correr y su inteligencia parar. Ganó siempre la segunda. Por eso veinte años después de su retirada en La Algaba sigue siendo el futuro. Y por eso ahora que la vida le ha nevado las sienes, como a su madre, el chiquillo de Camas que aprendió a torear para quitar a su padre del campo y luego descubrió que tenía en las yemas de sus dedos el mismo pincel que Velázquez es hoy una columna de Hércules. Un artista de la estirpe de Murillo, Picasso, Bécquer o Machado. Un hombre que siempre ha hecho el camino correcto hacia la gloria: huir de ella. Curro no necesitaba ser hijo predilecto de Andalucía porque ya era hijo nada menos que de Andrea y de la historia. Ha llegado al templo de su niñez comiendo poco. Sin pedir nada. Lo único que ha cambiado en él es que hasta ahora tenía una madre y a partir de ahora tendrá dos. Dos imperios. Nació Faraón de Camas y ya es Faraón de Andalucía.
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