La Alberca
Carmen no mola
Se puede montar un negocio entre tres y un libro puede serlo igual que un bar, pero no se puede hacer literatura
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Iniciar sesiónLo preocupante del desenmascaramiento de Carmen Mola no es la guerra de sexos, que es el señuelo en el que ha picado el rebaño. El principal menoscabo es la trivialización del ejercicio literario. Desgraciadamente, hoy preocupa más la política que cualquier otra forma de expresión ... humana y todo está secuestrado por los clichés ideológicos. Por eso ha quedado soslayada, salvo en casos contados, la reflexión artística. La creación colectiva es una aberración estética porque anula la inspiración, que es inalienable, y la libertad íntima. Ahora existe un movimiento englobado en el ilimitado mundo del arte contemporáneo que se denomina 'arte colectivo', pero cualquiera que haya tenido alguna vez una mínima pulsión plástica sabe que no es posible desarrollarla si no es en la más estricta soledad. El arte es una aventura individualista porque no admite pactos, es decir, cesiones. El verdadero artista es un sufridor que está abandonado dentro de sí y obsesionado con encontrar un camino nuevo. Por eso cuando un pintor, un músico o un poeta hallan una senda propia, utilizamos de forma natural una expresión que subraya su caracter unigénito: tiene personalidad. Se puede compartir todo menos el estilo. El estilo es la meta del creador porque es su verdadera firma. Entras en el Museo del Prado y no necesitas ir a la cartela para saber desde lejos, incluso cuando la miopía aún no te deja perfilar nada, que aquel cuadro es de Goya. Y lo más revolucionario de todo esto es que la genialidad, que es solitaria y por tanto radicalmente individual, no es egocéntrica. Más bien al contrario. Es generosa. El autor total renuncia a su autógrafo para ser descubierto por su sello y al mismo tiempo se convierte en su esclavo con el fin de darse a los demás, de repartir su don.
Ni en las artes comunitarias se rompe esta idea. En la danza se hace la obra de un coreógrafo. En la música sinfónica, la de un compositor. El intérprete puede ser mejor o peor, pero el autor está por encima. Incluso en los duetos musicales se ejecuta siempre la pieza de uno de los dos intérpretes. No se compone de forma asamblearia. Una partitura, un lienzo o un verso son partos eremitas. Por eso una obra en equipo puede ser rentable, pero jamás puede ser arte. Entre tres se monta un negocio y un libro puede serlo incluso más que un supermercado o un bar, pero nunca se podrá hacer literatura comunitaria. En un mismo autor caben varias personalidades heterónimas, distintas formas propias: Pessoa con Caeiro o Soares, Machado con Juan de Mairena. Incluso cabe la suplantación. El anonimato y la negritud son ardides lícitos porque no quebrantan la condición sine qua non de la creación, que es la originalidad. Se puede transferir la identidad del autor, pero no el marchamo intrínseco de la obra. Lo que se hace en comandita es un espectáculo. Pero el arte vive más arriba. Es un bien anacoreta, insociable en su nacimiento, ascético y desolado.
Quiero decir que Carmen no mola porque escribir un libro, que es lo máximo que se puede hacer entre tres, es una cosa ordinaria y ser escritor es una cosa extraordinaria.
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