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Abrazo

De golpe, murió hace unas semanas. Se llamaba Pepe Marín. Descanse en paz

Juan Ramón Jiménez salía en las conversaciones entre los amigos ABC
Antonio García Barbeito

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Sabía de mi estenosis y de vez en cuando me preguntaba cómo andaba —el verbo mejor empleado para preguntarle a alguien que tiene este problema vertebral—, que a ver si ya me arreglaban esa avería del andamiaje y nos tomábamos una copa que siempre fueron ... tres, él, Jesús Quintero y yo. El último «tres de copas» fue en Casablanca. Me encantaría que el Sam de los milagros pudiera tocar otra vez aquel mediodía de manzanillas, papas aliñás, anécdotas impagables de El Loco, comentarios sobre Juan Ramón, la amistad, personajes, la ciudad… Yo sabía de él lo que me había dejado su persona: calor humanísimo, mirada limpia, generosidad, educación, amabilidad, disposición a echarle una mano a cualquiera… Supe que, además, nos unía el amor por los mismos colores del fútbol y el «encuentro» diario en la radio y en el periódico: «Enciendo la radio sólo por oírte, y abro el periódico sólo para leerte.» Nunca fue más allá en comentarios, ni yo le pregunté. Me bastaba la cercanía de aquel hombre que era capaz de recordarme una intervención mía en la radio de tres años atrás, o un artículo en el ABC de hacía seis meses. Nunca pregunté ni a qué se dedicaba, ni qué currículo tenía. Me llegó de la mano afectiva de Quintero y no pregunté nada más. Y como me había caído muy bien, y como era manifiesta su naturalidad para ser educado, amable y generoso, ¿qué más iba a pedir? Además, que cada uno busque en su camino…

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