De rabia y miel
La tribu de los camisas abiertas
Hasta el tercer botón para ser más exactos, donde nace un conato de matojo de pelo y sobresale una cadenita de plata de eslabón de barco con una cruz
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Iniciar sesiónLa contraposición de las niñas nicoli son los camisas abiertas, hasta el tercer botón para ser más exactos, donde nace un conato de matojo de pelo y sobresale una cadenita de plata de eslabón de barco con una cruz. Provienen de la estirpe de 'los ... clasiquitos', padres con Vespa, que ahora en verano se calzan náuticos Sebago, bañador de flores y un polo Fumarel que compraron cuando Jarni jugaba en el Betis y el Dulio servía hamburguesas. Quien dice polo Fumarel, dice uno roído del Ciencias, en el que tuvieron el orgullo de militar de pibes. Esta prenda la utilizan para cualquier acción deportiva, ya sea el trote cochinero por el paseo marítimo o la pachanga de pádel de los miércoles.
Los camisas abiertas en unos años mutarán en clasiquitos, pero de momento caminan por los derroteros del 'pijipismo'. En un principio quisieron ser canis, pero, tras tomar conciencia del ridículo que era quitarse el uniforme de colegio de la Obra para vestirse de maleante y algunas broncas con la jefa, decidieron pasar página de la etapa rapera. Los camisas abiertas a su madre le dicen 'la jefa'. Les hace gracia, lo repiten como si fuera lo más ocurrente del globo. Y la jefa, el pijipismo, que ella dice que es ir 'modernito', lo tolera como un paso transitorio a vestir como Dios manda.
Los camisas abiertas degustaron las mieles de la rebeldía en los callejones de Felipe II y en los quitamiedos de Blas Infante, donde el altavoz, la litro, el OCB largo y el paquete del elefante azul les hacía pensarse los protas de 7 Vírgenes. Portan el casco de la moto en la mano derecha, cual si formara parte de la propia articulación, y por el bolsillo izquierdo del chino les asoma un llavero amarillo de Hello Monday. En los pies, Pompeii, Morrison o Adidas Spezial. En la cabeza, una melena estudiadamente desordenada que alborotan de forma espasmódica con la mano libre. Por un tiempo, cuando Bellerín molaba, llevaron el mullet. Ahora le piden a su peluquero de toda la vida un corte normal.
Los camisas abiertas tienen de foto de perfil una placa vestidos de smoking en una puesta de largo, fumándose un Romeo y Julieta. Estudian en Loyola, la mayoría ADE, y lo compaginan con un doble grado en futbolín y Chat GPT. Otros, van a la US, y éstos te dicen, como el que tienen a su hermano en Guantánamo, que se han hecho colega en la carrera de un chaval de Palmete. Intentan mantener su rollo malote, presumen de que saben boxeo porque estuvieron un mes apuntados en El Bigotes.
Sostienen ese cuento hasta que se echan de novia a la niña de apellidos largos que frecuenta la misa de ocho de La Paz. Entonces todo da un vuelco. Y van al Lagoh a ver Lilo y Stich, cambian el Rosso por el Grosso, el illo por el gordi, la litro por la caña, el viernes por el sábado, se apuntan al Terea y se meten la camisa por dentro. Cuando se ponen detallistas llevan a la parienta al buffet de sushi de San Bernardo o a la barra del Barrabás. Las ganas de estar con las niñas nicoli acelera su transición hacia clasiquitos.
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