DE RABIA Y MIEL
Conocimiento del Miedo
Ahora soy yo la que se ríe viendo como encendéis velitas cuando nunca fuisteis capaces de ver las bengalas con las que os pedía ayuda
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Iniciar sesiónSe te han quitado las ganas de reírte, ¿eh? Venga ya, ¿ahora lloras, ahora vas a venir con pucheros? ¿Dónde está esa mueca cruel, dónde se ha ahogado ese tonito malvado con el que repetías los motes? ¿Cómo? ¿Qué no te acuerdas de ellos? Descuida, ... si quieres te ayudo, te echo una mano, los repasamos juntas. Los llevo aquí tatuados en cada esquina del alma, en cada pliegue de mi espíritu. Están por ahí, pegados a todos los espejos en los que me he mirado. Espera, espera, qué. A ver, repítelo otra vez, que no doy crédito. ¿Un juego? ¿En serio vas a decir que era un juego? Bueno, mira, te lo compro. Igual para ti sí que lo era, un juego amañado en el que yo siempre perdía, un pillapilla en el que tu odio siempre me alcanzaba, un escondite en el que siempre me acababas encontrando.
¿Cuántas veces te pedí que me dejaras en paz? Habías ganado, hacía tiempo que había aceptado arrinconarme, me había convencido de que mi lugar era el silencio, la soledad. Me dijeron que, si no te seguía el rollo, te aburrirías, que acabarías encontrando otro blanco sobre el que descargar tu inseguridad, otra plataforma en la que clavar tu bandera de popularidad. Pero no, tú seguías, y cada vez ibas a más, a ver si así conseguías destrozar la coraza de cristal que me había construido. ¿Sabes una cosa? Al principio te admiraba, me hubiese gustado ser tu amiga, formar parte del grupo.
¿Y vosotras qué, chicas? ¿Ahora qué? Veo que ya no os hace gracia. Creo que, a algunas, de hecho, nunca os lo hizo. Pero no movisteis un dedo, cobardicas, le teníais el mismo o más miedo que el que le tenía yo. Por eso le seguíais el rollo, y disparabais también las balas de vuestros complejos contra mí, porque si no sabíais que acabaríais como yo. Mejor que se las lleve la rarita que juega al fútbol, ¿no? Os buscaba con la mirada, implorando clemencia. Ahora ella os está pidiendo silencio, que neguéis todo, como me negasteis a mí. Ahora os está recordando que vosotras también fuisteis cómplices, que también me disteis con el látigo que ella había fabricado. Que me pongáis de loca.
¿Qué marrón, eh, papás? Vosotros que defendisteis a vuestras hijitas, que mirasteis para otro lado porque eran cosas de niños, que callasteis por orgullo o por pereza. ¿Y vosotros, profes? ¿Y usted, director? Que le restaron importancia a lo que les contó mi mamá, que impartieron rápido la asignatura de la indiferencia, que me pasaron la mano por encima, como si el problema fuera mío, que me dejaron sola en el desierto de mis pesadillas, estudiando Conocimiento del Miedo, imaginando que algún día podría llegar a ser un pajarillo de esos que había en el recreo, y volar, y surcar los cielos por encima de todo el mal que me estrangulaba, que ennegrecía mi vida. Ahora soy yo la que se ríe viendo como encendéis velitas cuando nunca fuisteis capaces de ver las bengalas con las que os pedía ayuda.
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