DE RABIA Y MIEL
El año Morante
Morante no compite contra nadie, solo contra sí mismo y contra la sombra de las bellezas que compone
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónDESDE el primero de marzo de este año, cuando en estas mismas páginas decidió orear sus fantasmas y presentar en sociedad a todos sus demonios, nada volvió a ser igual porque todo lo conocido se reformuló, porque lo clásico se reinventó y mudó su piel ... para hacerse añejamente actual. Ahí, con esa catarsis sincera y valiente, con aquel acto revolucionario de vulnerabilidad, se comenzó a fraguar una de las páginas más doradas de la historia del toreo contemporáneo. Como si al dar a conocer sus cadenas las partiera, como si neutralizara a los monstruos robándoles la capacidad de esconderse en los silencios. A la fortaleza por la debilidad, a la gracia desde las catacumbas, a la gloria desde los infiernos. Morante solo necesitaba hablar, arrancarse su verdad y compartirla, hacer públicos sus tormentos para poder limpiar las estancias de una intimidad que, una vez purgada, se liberó para alcanzar unas cotas de plenitud a las que muchos jamás pensaron que pudiera volver a llegar.
A los genios siempre se les da varias veces por muertos, pero los genios solo están subyugados a su propia genialidad, a esa condición de extraterrestres que de la misma manera que los encumbra también los entierra con la losa del vacío, del aburrimiento, de la trascendencia, del propio concepto de perfección que ellos mismos inventan, poniendo los barómetros en sitios que convierten a la decepción en la viuda negra de la ilusión. El de la Puebla venció esa depresión quitándose el peso de la nada de encima, aliviando la carga de sus expectativas, y dando con ese equilibrio mágico que unifica el cuerpo y la mente, que hace que los ángeles de la inspiración acaben con los demonios de las dudas.
Desde entonces, 2025 se ha convertido irremediablemente en el año Morante, en una colección de tardes para la posteridad llenas de detalles, de referencias, de homenajes a épocas pasadas, a tiempos en los que el romanticismo y el clasicismo no se impostaban, sino que se vivían. Morante se ha hecho mito para una generación de jóvenes como la mía, huérfana de héroes completos, de personajes exquisitamente excéntricos, que le den un sentido a la palabra provocación y consigan suscitar en el mismo ejercicio la emoción y la admiración.
Los que no tuvimos la suerte de ver torear a Curro ni escuchar cantar a Camarón en directo, sentimos en la cadencia de José Antonio los ecos de esa eternidad que se produce en el presente. No sé si Morante vive en otro siglo o es atemporal, pero queda ya para los anales esta primavera luminosa y este verano redondo de albornoz, balcón, montera, recortes y desplantes en los que se han alineado los astros de sus dones. Morante no compite contra nadie, solo contra sí mismo y contra la sombra de las bellezas que compone. Ayer sufrió una cogida en Pontevedra, su apogeo ha hecho que toree olvidándose del cuerpo, pasándose el peligro por el sitio por el que madura el arte. A estas horas no han trascendido las consecuencias, solo nos queda la certeza de que hay que aprovechar y fumarnos despacito, mientras podamos, la flor de su pureza.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete