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DE RABIA Y MIEL

El año Morante

Morante no compite contra nadie, solo contra sí mismo y contra la sombra de las bellezas que compone

Santi Gigliotti

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DESDE el primero de marzo de este año, cuando en estas mismas páginas decidió orear sus fantasmas y presentar en sociedad a todos sus demonios, nada volvió a ser igual porque todo lo conocido se reformuló, porque lo clásico se reinventó y mudó su piel ... para hacerse añejamente actual. Ahí, con esa catarsis sincera y valiente, con aquel acto revolucionario de vulnerabilidad, se comenzó a fraguar una de las páginas más doradas de la historia del toreo contemporáneo. Como si al dar a conocer sus cadenas las partiera, como si neutralizara a los monstruos robándoles la capacidad de esconderse en los silencios. A la fortaleza por la debilidad, a la gracia desde las catacumbas, a la gloria desde los infiernos. Morante solo necesitaba hablar, arrancarse su verdad y compartirla, hacer públicos sus tormentos para poder limpiar las estancias de una intimidad que, una vez purgada, se liberó para alcanzar unas cotas de plenitud a las que muchos jamás pensaron que pudiera volver a llegar.

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