tribuna abierta
Mercedes de los Reyes: una vida entregada a la docencia
Hoy le decimos adiós con el dolor de las despedidas pero con la convicción más acendrada de que ella ha sido, y seguirá siendo, un ejemplo señero de vocación docente

Una vocación cumplida en el curso del tiempo justifica y da sentido a toda una vida. Tal ha sido el caso de Mercedes de los Reyes, una profesora que tras su muerte ha dejado en el mundo universitario sevillano un rico testimonio de probidad profesional ... pero también de auténtico alcance moral, ya que en su trayectoria docente ha sido el exponente de una vocación vivida como entrega a su misión de cada hora, a su sostenida dedicación investigadora pero también ¡y en qué grado!, al trato cercano y cálido con sus alumnos, con los que siempre tuvo una conexión de orden humano que enriquecía con creces la autoexigencia con que preparaba sus clases o dirigía sus trabajos de Licenciatura o Doctorado.
Hoy le decimos adiós con el dolor de las despedidas pero con la convicción más acendrada de que ella ha sido, y seguirá siendo, en la conciencia de sus alumnos y en la de sus compañeros en la enseñanza universitaria, un ejemplo señero de vocación docente en sentido estricto, la plasmación de un ideal de vida vivido como un compromiso de orden moral y la entrega absoluta a un quehacer con el que ella se sentía gozosamente colmada. Mercedes había nacido para enseñar, y a esa misión se entregó de lleno sin regatear ni tiempos ni esfuerzos. Poseía en alto grado la primera de las cualidades que un profesor necesita para atraer a sus alumnos: el entusiasmo por la materia que explica, la capacidad innata para generar esa sintonía que enhebra al profesor y al alumno en una misma emoción compartida y los hace avanzar al alimón en un ilusionante sendero creativo. Se implicaba emocionalmente en la trasmisión de la vida literaria y despertaba en sus alumnos la pasión que toda buena pedagogía ha de suscitar para cumplir sus fines. Esa fue, sin duda, su mayor virtud, la nota más cabal de toda su rica trayectoria en las aulas de nuestra Universidad.
Conocí a Mercedes de los Reyes hace ya muchos años. Me la presentó un día mi maestro don Francisco López Estrada como alumna aventajada de sus clases, de tal solvencia que al final de sus estudios la incorporó de inmediato al departamento de Literatura Española de nuestra Universidad Hispalense. Y allí comenzó una carrera docente e investigadora que en el curso de los años fue dando importantes frutos científicos. Apasionada por la literatura teatral, dedicó su tesis doctoral al estudio del Códice de Autos Viejos, una importante colección manuscrita de textos anónimos de temática religiosa recopilados en la segunda mitad del siglo XVI. Y afrontó el análisis del teatro anterior a Lope de Vega con una cuidada edición de 'El príncipe tirano' del sevillano Juan de la Cueva.
Dotada de gran espíritu crítico y mucha capacidad de trabajo, su atención al teatro español de los Siglos de Oro se orientó tanto a los aspectos textuales de la literatura dramática como a los complejos problemas de la representación. Compartiendo un grupo de investigación con la profesora Piedad Bolaños y los escenógrafos Juan Ruesga y Vicente Palacios, fijó su atención a la tipología de los comediantes, a los corrales y otros espacios escénicos, a la maquinaria técnica empleada, a los carteles publicitarios de las comedias y autos sacramentales… y en general a todos aquellos elementos que convierten un texto dramático en un texto realmente teatral.
En su sostenida indagación en la mecánica teatral, Mercedes de los Reyes contribuyó poderosamente a la reconstrucción del corral de la Montería, un espacio escénico angular en la Sevilla del Siglo de Oro, la Casa de Comedias de Écija y el Patio de las Arcas de Lisboa. Participó también muy activamente en las diferentes jornadas del Festival de teatro clásico.
Mercedes ha tenido una vida corta pero intensa y una vocación tan decidida y tan constante a la enseñanza, que si su legado investigador forma ya parte de la mejor historia de nuestro teatro clásico, su dimensión humana, su entusiasmo profesoral y su entrega sin reservas a su tarea quedarán en la memoria de sus compañeros y de sus alumnos como un arquetipo de lo que debe ser un cabal docente universitario. Recordando a su maestro Francisco Giner de los Ríos, Antonio Machado dictó el mejor de todos los epitafios : «Lleva quien deja y vive el que ha vivido». Y tú, querida Mercedes, amiga del alma, nos has dejado la memoria viva de tu gozosa humanidad y de tu buen hacer científico. Descansa ya de todos tus afanes en los brazos de Dios.
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