Del karaoke al aplauso en la puesta de sol
Tras tragarme 'La Velada del Año' de Ibai, continúo con los experimentos sociales en este verano con poca chicha
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Iniciar sesiónTRAS tragarme de principio a fin 'La Velada del Año' de Ibai hace unas semanas, continúo con los experimentos sociales en este verano que, de momento, tiene poca chicha. Y es que nuestros políticos están chapoteando en la playa, aunque siempre nos quedará Óscar Puente ... salpicando en Twitter sacando pecho de los transportes del país cuando día sí y día también los trenes se quedan parados y los atascos hacia las playas son kilométricos. Pero, como estamos en época estival y muchos (sí, yo también) disfrutan de las vacaciones, vamos con algo más liviano.
Resulta que uno, que ya había abandonado el mundo del karaoke tras visitar de forma asidua templos como el Cohiba o el Mikro en la juventud, ha vuelto a él recientemente porque los chavales de la redacción son aficionados a los micrófonos. Y, aunque obviaremos al que acudimos para que nadie se sienta identificado, lo cierto es que observamos que cada día se repite el mismo tipo de 'cantante' que hay en él, como si estuvieran puestos ahí por contrato a pesar de que las caras y las voces sean diferentes. Los grupos de jóvenes que, envalentonados por los efectos del alcohol, suben al escenario a pegar berridos sin entonación ni ritmo alguno; el falso tenor que elige canciones de Nino Bravo para dejar en evidencia al resto; la falsa soprano que le responde por Rocío Jurado; el grupo de Erasmus que canta el último tema de moda de su país; la pareja (normalmente con una gran diferencia de edad y con nacionalidades diferentes) que sólo pide baladas de amor; el acaparador que no suelta el micro aunque no sea su turno; el vergonzoso que empieza en un esquina pero termina uniéndose a su grupo de amigos; y el cotilla, que repite visita tras visita para grabar y reírse de sus acompañantes, pero nunca canta. Un sinfín de especímenes que, eso sí, mantienen la compostura, huyen de las peleas y generan un buen ambiente que te hace volver más pronto que tarde.
Y sí, horas después del karaoke me fui a una playa, concretamente a uno de esos chiringuitos en los que ponen una canción mítica que acompaña al atardecer, para comprobar si sigue cerca la extinción de la humanidad. Tampoco diremos cuál en concreto para que los 'afectados' no puedan ser reconocidos, sólo añadiremos que fue en la costa gaditana y que sonó 'What a Wonderful World' de Louis Armstrong. Las puestas de sol se han convertido en un instante mágico, de relax, de desconexión, paz, melancolía y postureo –porque no hay nadie que no lo suba a Instagram–, pero ¿en qué momento hemos decidido que hay que aplaudir cuando desaparece el sol? No sé si es peor esto o las celebraciones cuando aterrizan los aviones...
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