Sevilla al día
Esta noche, Señor
No hay pronósticos que anulen tu salida, no habrá más tormenta que la que provoca la campana de la una en San Lorenzo
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Iniciar sesiónEsta noche, Gran Poder, romperás el tiempo. No harán falta relojes. Ya truene, ventee y se quiebre el cielo, o descargue un océano sobre la ciudad hasta inundarla, o las nubes cubran la Luna de Parasceve y hasta el mismo sol del amanecer del Viernes ... por la mañana que haga que se refugien los vencejos. Que tú, Señor que conquistas los espacios infinitos, caminarás sobre las aguas como cruzaste fronteras hacia donde nunca nadie miraba, porque eres la recreación mística del sueño de Santa Teresa: contigo nada nos turba, ni nos espanta, todo se pasa. Porque quien a Dios tiene nada le falta. No hay pronósticos que anulen tu salida, no habrá más tormenta que la que provoca la campana de la una en San Lorenzo, ni más crujido que el del cancel o el de la madera bajo tu paso, ni más ríos que el de tinieblas que te abre la senda y siembra de cera el suelo por donde pisas.
Esta noche, Señor, saldrás como siempre a Sevilla, cruzarás el umbral de la misericordia que es la puerta santa de tu casa, que es también la nuestra, como la traspasan cada día quienes te buscan en la intimidad del camarín, quienes rozan una estampa en tu talón, te dejan papelitos bajo el suelo rocoso que pisas descalzo. Quienes se apoyan en el mármol rosáceo, tan frío como el tacto de tu cruz mutilada. Saldrás de ese panteón sin esquinas en el que habitas todo el año, que es un abrazo de acogida, y comenzarás a andar rasgando la noche, bamboleando la túnica malva y lisa, porque no hay más majestad e imperio que el que impone tu rostro oscuro y tu mirada firme, como tu paso largo y racheado.
Esta noche, Señor, quiero ser tus pies, cargar tu cruz, escuchar los rezos y riñas, llevar los mensajes de quienes te abrazan como baluarte para sostener sus propias cruces. Quiero encontrarte en las oscuridades de tu paso, verte sin mirarte, agarrarme a ti, levantarte, acariciar tu madera centenaria, pararte en las estrecheces de Cantabria y Rubens, de Padre Tarín y Padre Cañete, de San Miguel y Las Cortes, de Rafael Padura y Goyeneta, Azofaifo, Rivero, y Almirante Bonifaz. Donde eres efímero y a la vez eterno. Quiero ser compás de tu silencio, música callada, humilde peregrino de tu Pasión por Sevilla.
Esta noche, Señor, te verán los ciegos, te oirán los sordos y te hablarán los mudos. Eres tan grande, Gran Poder, que hasta a quienes nos falta el equilibrio y la valía para escoltarte y llevarte aprenderemos a andar por la vida contigo. Esta noche será, Señor. No importa el tiempo.
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