El placer es mío
El silencio de la derecha
La derecha tradicional, por temor a meterse en un berenjenal, se abstuvo. Y ahora el berenjenal lo tiene doble por su encogimiento
Colaboracionista nazi durante su juventud, Noelle Neumann fue una periodista y socióloga alemana a la que se debe una de las teorías que mejor explican el funcionamiento de la opinión pública. De acuerdo con esta teoría, denominada 'la espiral del silencio', todos tendemos a expresar ... las ideas dominantes y a callar las que son minoritarias. ¿Por qué? Básicamente, por el qué dirán. Opinando como la mayoría, reforzamos nuestra reputación. Alejándonos de la ortodoxia, la ponemos en riesgo. Y así, por ser silenciadas, es como unas ideas acaban siendo residuales. Mientras otras, constantemente repetidas, se vuelven hegemónicas.
Los cambios en la opinión pública se producen por una fractura en esa tendencia. Es decir, cuando una serie de voces ruidosas rompen abruptamente el mutismo de ideas que eran marginales, espantando el temor a expresarlas en público y haciendo que el miedo cambie de bando. En ese momento inicial de inclinación del relato, las ideas mayoritarias lo siguen siendo pero paradójicamente quienes las comparten han dejado de creerse seguros manifestándolas. En cambio, quienes respaldan las minoritarias experimentan orgullo por difundirlas y logran darles protagonismo. Por eso, en todo vuelco de opinión hay un desajuste inicial entre lo que se dice y lo que realmente se piensa. Pero es provisional. Lo que mayoritariamente se dice hoy será lo que mayoritariamente se piense mañana.
La teoría de la espiral del silencio proporciona, a mi juicio, el mejor marco para comprender la estrategia política y de comunicación que sigue Donald Trump como presidente de los Estados Unidos. Por ridícula o estrambótica o irrealizable que pueda parecer, toda idea que el líder republicano quiere imponer en el imaginario público la defiende sin rubor alguno, incluso de forma provocadora, convencido de que lo que aplasta definitivamente una opinión no es la crítica, sino el silencio. Y si puede hacer eso ahora como presidente es porque, como candidato, tuvo la habilidad de descubrir una serie de causas que, siendo mayoritarias, estaban arrinconadas en el espacio público sin que sus partidarios se sintieran cómodos ni callándolas ni patrocinándolas. Un ejemplo concreto (que fue además una de sus primeras medidas al aterrizar en la Casa Blanca): la exclusión de las mujeres trans en las competiciones femeninas.
En definitiva, el acierto táctico de Trump (y de la ultraderecha que se ha aupado con él en todo el globo) fue respaldar públicamente lo que la mayoría social ocultaba y pensaba sobre algunos asuntos. Haber abanderado esas causas es lo que le permite ahora defender barrabasadas demenciales sin que sus electores las vean como tales. En cambio, la derecha tradicional, por temor a meterse en un berenjenal, se abstuvo. Y ahora el berenjenal lo tiene doble por su encogimiento. Ya no puede seguir siendo políticamente correcta con lo woke. Pero sería más suicida aún que lo fuera con las grotescas ideas que cada día vemos elevarse desde lo antiwoke.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete