El placer es mío
Elogio político de la vida privada
Un hombre que confunde la vida pública y la privada es un hombre politizado hasta un punto que da miedo
Hace poco este periódico publicó una encuesta que concluía que el 60% de los españoles cree que la familia de Sánchez utilizó su parentesco para medrar. Álvaro Ybarra, que dirigió Abc de Sevilla muchos años, publicó en X un comentario sorprendiéndose de que un 40% ... pensara lo contrario. Es justamente lo que yo había comentado en familia durante el desayuno. Cómo es posible que cuatro de cada diez españoles piensen que al hermano y la mujer de Sánchez no les regalaron su empleo y su Cátedra por ser quienes eran. Mi hijo menor salió en ese momento en mi auxilio: es el sesgo cognitivo, papá.
Lo que ocurre con el sesgo cognitivo es que somos muy lúcidos para detectarlo en los demás y muy inhábiles para apreciarlo en nosotros mismos. En esto, como en tantas cosas, se hace realidad ese vulgar dicho de que ningún cagado se huele. El que se considere libre de pecado haría bien en retener su brazo antes de lanzar la piedra: no vaya a resultar que acabe en su ojo. Quienes nos soliviantamos con las explicaciones del hermano de Sánchez ante el juez, deberíamos encendernos también con las justificaciones de Álvarez Cascos.
Mi teoría es que la mejor defensa contra el sesgo cognitivo, en la apreciación de los hechos de la vida pública, es dedicarse prioritariamente a la vida privada. Tanto más espacio ocupa la política en la vida de la persona, tanto más fanática. Tanto más politizada, más sectaria. La indiferencia política tiene una pésima reputación, pero, puestos a elegir, es preferible a la pasión política. Cuando lo público se hace privado, lo privado acaba haciéndose público, y eso es ya la dictadura.
Que la vida personal ocupe la mayor parte del pensamiento y los sentimientos de un ciudadano es la intrahistoria de la democracia. Su traducción práctica a la cotidianidad de un país. Sólo las tiranías exigen una movilización política continua. Se trata de un rasgo del despotismo no excesivamente estudiado. Dictadura es todo aquel régimen que convierte cualquier decisión de la vida de un ciudadano en un acto político. Cada vez que escucho a un intelectual defender que, lo queramos o no, todo es político en la vida, tiemblo de miedo.
Tiemblo de miedo ante cualquiera más capaz de ver los defectos de su hijo que los de su partido. Y eso, en el fondo, es lo que nos está diciendo ya la encuesta del 60/40. Que los españoles estamos cada vez más polarizados. Que la vida pública empieza a monopolizar nuestras conversaciones y emociones. Que la ideología nos duele ya más que la familia. Se empieza así y se acaba convirtiendo la elección del bar para tomarse las cañas en un ejercicio de activismo político. A la derecha, los de las espinacas y la cola de toro. A la izquierda, lo del humus y el aguacate con salmón.
Camus decía: un hombre al que no se le puede convencer es un hombre que da pavor. El prototipo exacto de ese hombre es el que no tiene vida privada o la confunde con la pública. Defender la vida personal es la mejor forma de defender la democracia.
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