SEVILLA AL DÍA
Gorrillas prémium
A los aparcacoches ya no les vale con pensar que la ciudad es suya; ahora hasta ponen el precio y te piden cinco euros por una plaza en la Cartuja
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Iniciar sesiónLA oda a la sinvergonzonería de los gorrillas de la Cartuja me ha dejado sin palabras. Resulta que a los chavales no les basta con incitarnos a ocupar un espacio público o con aprovecharse de nuestra desesperación para que dejemos el coche junto al Verbo ... América cuando vamos a echar el día en Isla Mágica. Ya hasta eso les parece poco, porque ahora, además de extorsionar a los conductores, tienen la cara dura de fijar ellos mismos el precio de lo que cuesta dejar allí tu vehículo. A cinco euros la plaza, nada más y nada menos. Una cifra que, multiplicada por los 40 o 50 coches que caben en esa explanada, hace un total de entre 200 y 250 euros por día. Vamos, un sueldo en toda regla que se sacan los ínclitos y sin tributar ni un solo céntimo a la caja común de Hacienda. O lo que es lo mismo, un negocio de campeonato.
El asunto podría sonar a una broma de mal gusto o formar parte del guion de una película de humor si a la historia le sumamos que hasta se permiten el lujo de regatear. Le pasó en su gran reportaje de investigación a nuestra compañera Cristina Rubio cuando se negó a pagar la cantidad. «Bueno, dame tres euros», le dijeron. Precio rebajado por eso de estar en verano. Pero lo cierto es que el asunto es grave, porque se trata de una realidad que afecta desde hace años a la mayoría de los barrios de la ciudad y ante la que ningún gobierno municipal –da lo mismo el color político– ha conseguido arbitrar la solución para sacarlos de las calles. Y lo peor llega cuando algún valiente –o inconsciente– se atreve a negarse a pagar este impuesto revolucionario, pues las consecuencias siempre son negativas. Lo menos que puede ocurrirte es que te encuentres la carrocería del coche arañada, una rueda pinchada o un cristal hecho añicos, porque ha habido respuestas peores que han acabado con una agresión del gorrilla y un conductor herido o amenazado por no dar su brazo a torcer ante tal extorsión.
Hace años, los gorrillas provocaban cierta simpatía entre los sevillanos. Eran personas a las que la vida les había tratado mal y que se acercaban a uno con educación para que le diéramos la voluntad por ayudarnos a no comernos un bordillo mientras aparcábamos el coche. Aquello, como tantas otras cosas en Sevilla, se perdió y ahora lo que hay son auténticas mafias con prácticas intolerables que te acaban cobrando, sea como sea. Es decir, o por las buenas o por las malas. En su día se pensó que la zona azul podría sería un buen elemento para disuadir a los aparcacoches y funcionó en barrios como Bami, donde su presencia ha caído con rotundidad. Ahora los vecinos de la Macarena quieren que se aplique esa misma fórmula porque ya están cansados de soportar tanta amenaza en las puertas de sus casas. Aunque el método más efectivo seguirá siendo el de la Policía, que sabe perfectamente dónde hay que actuar. Hasta entonces, no habrá otra solución que seguir pagando los cinco euros prémium en la Cartuja.
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