SEVILLA AL DÍA

Caprichos de alcalde

El Estadio de la Cartuja fue esa gran locura de Rojas Marcos en la que pocos creyeron y que ha resucitado cuando tenía firmada su sentencia de muerte

SEVILLA ha sido históricamente una ciudad gobernada a base de caprichos. Hay una ristra de antecedentes que confirman esta teoría del autogusto que sobrevuela hace años la Plaza Nueva. Aquí cada alcalde ha querido dejar su sello, aquel con el que pensaban que serían recordados ... como los grandes gestores de la modernización de la capital hispalense. Frase manida que nos ha dejado una herencia de decisiones desafortunadas que luego han sido redireccionadas con mayor o menor fortuna. Otros, simplemente, erraron en su estrategia y fueron engullidos por la maquinaria de su partido, que se los quitó de encima cuando no eran útiles.

El mayor ejemplo fue Manuel del Valle, el alcalde que planeó la gran transformación urbanística y que se quedó sin ver la Expo del 92 con el bastón de mando porque el PSOE lo dejó caer. A Sánchez Monteseirín le cegó el mamotreto de las Setas, en el que se fueron su credibilidad política y un puñado de millones en sobrecostes. Zoido tiró por tierra la mayoría más absoluta de la ciudad por no cumplir con nada de lo que prometió y Espadas, al que su ambición lo llevó al abismo, nos dejó una ampliación del tranvía a Nervión con más tozudez que diálogo. Pero hay más, y la gran entrevista de mi compañero Ramón Román a Alejandro Rojas Marcos nos ha desvelado la intrahistoria del Estadio de la Cartuja y del disparate del sueño olímpico.

Después de leer sus respuestas, no hay dudas de que esta infraestructura fue el capricho de unos pocos. Construyeron un estadio en un sitio discutible y con el anhelo de que Betis y Sevilla se mudaran allí y vendieran los terrenos de Nervión y Heliópolis. Hay que conocer muy poco esta ciudad o ser un kamikaze para creer que aquello era posible, más en unos años donde al frente de los equipos había más tripas que sentido común. Luego reconoce que lo llamó Olímpico para tocar un poco la moral (por no decir otra cosa) y que se enroló en la carrera de los Juegos sabiendo que estaba perdida, pero con la confianza de que Sevilla sacara otros réditos.

Quien no conozca la realidad podría decir que Rojas Marcos fue un visionario, aunque los hechos están ahí. Se hizo un estadio que durante muchos años sirvió para nada. Ahora, la realidad es otra y entiendo que el andalucista saque pecho de su proyecto, aquel que según dice quiso derribar el PSOE. El estadio de los jaramagos resucitó cuando Juanma Moreno y su gobierno apostaron por él. Ahí están las finales de Copa, los conciertos internacionales, los eventos culturales o la reforma con la que afrontar ser sede del Mundial de 2030. Todos en la vida merecemos una segunda oportunidad y el Estadio de la Cartuja también la ha tenido. Cuando vemos al Betis jugar allí de ordinario, puede ser ventajista decir que aquella locura de Rojas Marcos fue una buena idea. Pero la única realidad es que han pasado ya más de 25 años y ahora aquel capricho es más de Sevilla que nunca.

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