SEVILLA AL DÍA
¡Qué caló más mala!
Parafraseando al maestro Burgos podríamos decir que «Abu Dabi es Sevilla con más desiertos pero Sevilla es Abu Dabi con más olas de calor»
SI como dejó escrito Antonio Burgos, «La Habana es Cádiz con más negritos y Cádiz es La Habana con más salero», estos días de calor desesperante podríamos parafrasear al maestro para proclamar que «Abu Dabi es Sevilla con más desierto pero Sevilla es Abu Dabi ... con más grados». Porque la semanita que llevamos no hay cuerpo que la aguante. Ese fuego abrasador en la calle que no se va por la noche y se intensifica de día, que hace que uno sienta como si un secador a toda potencia le fríe la cara y la piel cuando sale a dar un paseo, que te obliga a cerrar la ventana para sobrevivir y que ha convertido en una quimera eso de buscar el fresquito cuando anochece, ha transformado la ciudad en un lugar del que es mejor huir.
Porque por más que nos duela en nuestros adentros, en esta Sevilla infernal no se puede vivir con normalidad, digan lo que digan. Los negacionistas vendrán a decirnos que no es algo nuevo y que aquí ha hecho este calor asfixiante toda la vida. Y quizás no les falte razón en su argumento, porque recuerdo de pequeño algunas noches insoportables y cómo contaba los minutos para que mis padres me llevaran a la piscina y que los dedos de mis manos se me arrugaran como pasas porque de allí no me sacaba nadie. Ahora, también coincidirán conmigo en que esto antes ocurría de higo a breva, es decir, de vez en cuando, pero no con la asiduidad de nuestros días. Este verano, y el anterior y unos cuantos más atrás, lo raro es encontrar dos o tres días seguidos con viento de Poniente y esa brisa fresquita que no sé de dónde sale pero que cura el alma.
La verdad es que no me quiero ni imaginar qué habrán pensando esos altos mandatarios de más de 187 países que esta semana han participado en la Cumbre de la ONU. Vamos, yo tengo claro que hubiera preguntado al que mandara de quién había sido la idea de reunirlos a todos en Sevilla en pleno mes de julio. Porque eso de que no se podía saber que les tocaría una ola de calor es una tontería como la Catedral de grande. Y es que en esta fecha en Sevilla, sino hace calor es que te ha tocado la lotería. En esta situación, el alcalde, con más moral que el Alcoyano, dijo que menos mal que habían pasado aquí la ola de calor, porque esta ciudad está más preparada que el resto para las altas temperaturas. Y no sé si lo estamos, pero la costumbre de sobrevivir sí que la tenemos.
Perdónenme si con estas palabras piensan que me estoy tomando a pitorreo algo que es demasiado serio. Sevilla es una ciudad envidiable, preciosa, quizás la más hermosa de todo el mundo, pero entre los meses de mayo y octubre es cada vez más incómoda para vivir. Porque con estas temperaturas solo se está bien encerrado con el aire acondicionado o en el coche camino de las playas. El resto es una tortura. Bien haría este Ayuntamiento –o el que venga– en poblar la ciudad de árboles que bajen el sufrimiento y los grados. De lo contrario, de aquí a unos años esta ciudad sólo será un espejismo.
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