SEVILLA AL DÍA
Americanitis
He sucumbido a las presiones de Halloween, que ha venido para quedarse como otras moditas que nos han colado los 'yankis' sin pedir permiso
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Iniciar sesiónHe de reconocer que he sido atrapado por la modita de Halloween. Yo que juré y perjuré ante mis amigos que ya eran padres que jamás vestiría a mi hija con uno de esos disfraces terroríficos que se venden a precio de saldo en bazares ... orientales, he sucumbido a las presiones del grupo de Whatsapp de la guardería. Este viernes la convertí en una especie de diablilla, con su diadema de dos cuernos rojos y sus alas de vampiresa en la espalda, con las que por cierto iba guapa para reventar. Ya soy uno más de tantos que cuando llega la víspera del 1 de noviembre parece haber nacido en Wisconsin en vez de en la Macarena. Uno de esos zombies que pasean por las calles de Sevilla –este año a 25 grados– con un atuendo salido de una película de terror de serie B que nos queda muy lejos.
Si uno lo piensa fríamente, en las últimas décadas hemos importado una lista interminable de las costumbres 'yankis'. Ahora se ha puesto de moda lo de Halloween, pero no debemos olvidar que hace un tiempo que hicimos nuestro a ese señor gordito que se pasea montado en un trineo con un abrigo rojo y un gorrito en la cabeza. Vamos, todo un mamarracho de vestimenta. Ese hombre que vino a hacerle la competencia a los Reyes Magos es parte de la familia y los niños se vuelven locos cada 24 de diciembre esperando que llegue por la chimenea, aunque aquí lo más probable es que aparezca del brasero de la mesa de camilla. Eso sí que quita el frío húmedo de Sevilla y no las cosas modernitas. Me acuerdo ahora de un villancico que escribió Manolo Jurado –histórico componente de 'Los del Guadalquivir'– que decía en su estribillo que «Papá Noel, no tiene 'na' qué ver». Y la verdad que no le faltaba razón, porque ni esa tradición, ni el «truco o trato» con el que los niños aporrean la puerta pidiendo caramelos, se acercan a los que somos nosotros.
De los americanos hemos importado ya demasiadas cosas y prácticamente nada aporta valor añadido a nuestras costumbres. De allí llegó también la afición por la comida rápida, que está lista en la mesa en un suspiro pero a la que le falta el sabor de una candela a fuego lento. Vamos, igualita está una hamburguesa con sus patatas fritas congeladas que un puchero con todos sus avíos. Ese que te pone tu madre el día de Año Nuevo para meter el cuerpo en caja tras los excesos de la Nochevieja. Si aquí está todo inventado, qué necesidad hay de quedarse con la mala vida que se dan los americanos.
De allí aprendimos también eso de la política 'chusca' y nos sorprendieron con ver el arte en un partido de béisbol y no en la filigrana de Joaquín por la banda verdiblanca. Hasta descubrieron que esa 'Macarena' de Los del Río que bailábamos en las verbenas tiene hechuras de himno de campaña presidencial. Puestos a copiar, ya podríamos aprender de su amor sin complejos por la bandera. Aquí a algunos les da alergia, como el poliéster del disfraz de Halloween que se han puesto este año.
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