puntadas sin hilo
Éxodos
Si se multa a las empresas que se fueron de Cataluña, que paguen los catalanes por los miles de emigrantes que dejaron Andalucía
Desde que Moisés dio el bastonazo y los israelitas abandonaron Egipto en busca de la tierra prometida el éxodo ha sido una constante en la historia de la humanidad. Las migraciones han sido permanentes a través de los siglos con un hilo conductor invariable: el ... deseo de una vida mejor. Cuando el personal no ve las cosas claras y pierde las esperanzas, invariablemente lía el petate y busca nuevos horizontes. Le ocurría ayer al hombre de Neanderthal si comenzaban a escasear los bisontes a su alrededor y le ocurre hoy a los estudiantes de Medicina cuando ven menguar los salarios del sector. La tierra prometida, el anhelo de una vida más provechosa es la fuerza que mueve los pueblos. Somos navegantes condenados a descubrir nuevos mediterráneos, como escribió Juan de Mairena, cada cual según pueda. A veces se abren las aguas para dejarte pasar, y otras veces te la juegas en patera.
El éxodo solo incumbe a quien lo protagoniza, porque nadie está atado a ninguna tierra. O al menos así ha sido hasta ahora, porque el independentismo catalán quiere que se sancione a las (muchísimas) empresas que abandonaron el edén nacionalista a raíz del referenduncito de independencia de 2017. Los puigdemones no entienden que alguien quiera dejar Cataluña y pretenda buscar mejores condiciones de vida en otro entorno geográfico. Exigen que se pague por semejante afrenta, que las decepciones se sobrellevan mejor con la cartera llena.
La pretensión del catalanismo radical es un disparate jurídico que atenta contra la libertad de movimientos, uno de los conceptos más elementales de las sociedades avanzadas. Nadie tiene la obligación de vivir en ningún sitio. La legislación europea, de hecho, avanza en sentido contrario, y se esfuerza por facilitar no solo el desplazamiento de personas, sino también de capitales, bienes y empresas. Pero como hace tiempo que el Gobierno de Sánchez sacrificó el sentido común en el altar de la gobernabilidad, no es descartable que en breve veamos sancionado este éxodo mercantil.
Pues si es así, que sea para todos. Si se paga por abandonar Cataluña, reclamemos nosotros la deuda histórica de la inmigración andaluza. Que Cataluña pague por los centenares de miles de andaluces que recibió durante décadas y que dejaron su tierra buscando una vida mejor. Gente trabajadora que resultó decisiva para el crecimiento económico catalán y que aportó su sudor para que la calidad de vida fuera mejor a un lado del Ebro que al otro. Entonces no les importó a los catalanes el perjuicio que se ocasionaba en Andalucía, una región que no podía ofrecer un futuro de prosperidad que sí se ofertaba en otros lugares de España. Exactamente lo que les ocurre ahora a ellos, con una diferencia: aquí huyeron de la pobreza, allí escapan de la sinrazón.
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