Puntadas sin hilo
Así es España
La conclusión que ofrece la Eurocopa es que cuando nos dejamos de gilipolleces es muy difícil ganarnos
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Iniciar sesiónHoy es un día para celebrar el brillante triunfo de la selección, para presumir del liderazgo en el fútbol europeo y para que quienes nos acordamos de la familia de De la Fuente cuando sacó a Oyarzabal cumplamos debida penitencia. Las generaciones criadas con los ... goles de Marcelino y de Zarra como remotos referentes futbolísticos vivimos la explosión balompédica de España en los últimos tres lustros como un sueño que parecía inalcanzable. Pero cuando pasen los fastos sería bueno tomar alguna nota de algunos mensajes deja esta exitosa Eurocopa.
El éxito de esta selección ha sido la naturalidad. A pesar de estar integrada por futbolistas que disfrutan de fabulosos contratos, se ha proyectado la imagen de un grupo homogéneo que afronta los partidos con ilusión y humildad. Los aficionados se identifican con el equipo español porque ven cercanos a los jugadores: el jovencito inmigrante, el hijo del policía, el chaval que quitó a su madre de fregar escaleras. No hay megaestrellas rutilantes, y si las hay no ejercen como tal. A diferencia de la selección inglesa, en el equipo español ningún jugador tenía millones de seguidores en redes sociales, una esposa cantante, excentricidades de millonario ni un escándalo sexual a sus espaldas. Eran once tipos que juegan muy bien al fútbol y con hambre por ganar.
La clave de esta naturalidad ha sido Luis de la Fuente, que ha comprendido desde el principio que su labor consistía en elegir a los que consideraba mejores y entrenarlos. No ha ofrecido shows mediáticos ni ha buscado dividir a la afición entre delafuentistas y antidelafuentistas. Habla de forma espontánea y sin pretender dar lecciones a nadie. Dice sin complejos que reza todos los días, como gran parte de la sociedad española, y cuando le intentan meter en un berejenal religioso explica con claridad la diferencia entre superstición y fe.
España es como esta selección, un país de tremendo potencial que triunfa si no se complica la vida ella misma. La conclusión que ofrece esta Eurocopa es que cuando nos dejamos de gilipolleces es muy difícil ganarnos. Los peores enemigos de este país no son los rivales, sino nosotros mismos. En la selección han jugado catalanes, vascos, madrileños, andaluces o gallegos sin otro objetivo que ganar los partidos, compartiendo camiseta y bajo una misma bandera. Hay jugadores de origen inmigrante que han dado lo mejor que tienen por su país de acogida, y los españoles no solo nos hemos sentido orgullosos de ellos, sino que los hemos señalado como líderes. Han jugado también emigrantes agradecidos por poder aportar su esfuerzo en beneficio del país en el que nacieron y en el que no viven. La selección ha juntado lo mejor de dentro y de fuera sin mirar etiquetas ni cuotas de clubes. En realidad, las cosas son mucho más fáciles de lo que parece: un jefe honesto que no hace tonterías y una nación unida detrás de un objetivo. Si aplicásemos la mentalidad de esta selección a otros aspectos de la vida cotidiana, otro gallo nos estaría cantando.
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